Desde antes de la creación Dios se deleitaba con ser uno con el hombre que habría de crear, hecho a su imagen y semejanza el hombre no tenía sosiego en su interior, Dios el Señor le provee de animales de todo tipo y especie y se los llevó al hombre para que los nombrara, pero con todo y ello el hombre no se sentía a gusto, Dios le dio entonces a la mujer para que fuese su ayuda idónea.
Desde ese momento en adelante la sociabilidad del hombre se hace patente y se corona con la unidad del matrimonio ejemplo vivo de la unidad, de lo que Dios quiere y desea para cada uno de nosotros, “por ello dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán uno”.
Dejar, Unir serán palabras que nos permiten vislumbrar una pequeña porción del pensamiento de Dios. Los seres más amados son los padres, pero llega el momento en nuestra existencia en que debemos dejarlos para formar una nueva pareja (nuevos padres) pero este dejar no es separar sino unir, unir dos personas, unir dos familias, unir tus amigos con los míos, unir dos mundos para construir uno mejor.
En el Salmo 128: Dios bendice la unión de toda pareja que le honra, dándoles hijos, bendiciendo tanto al hombre como a la mujer. Es la bendición del hogar que sirve y honra a su señor.
En el Evangelio de Marcos capítulo 10: Nos habla de la trampa que los fariseos tendieron a Jesús, pero al mismo tiempo nos da la enseñanza del vivir bajo la soberanía de Dios.
Si bien Moisés dio permiso para el divorcio por la terquedad del hombre esa no era la voluntad de Dios. La voluntad de DIOS ES LA UNIDAD, EL SER UNO, y esto no solo en lo relacionado al matrimonio sino en todas las esferas de nuestras vidas, es a través del amor donde obtenemos las respuestas a nuestra felicidad. El amor a mi pareja, el amor al prójimo, el amor a los niños, y más aun el amor a nuestros enemigos.
Es tiempo de romper con los distintos paradigmas (culturales, sociales, religiosos) que nos separan del otro que camina a nuestro lado, si es nuestra pareja de vida en vez de seguir buscando y viendo sus defectos, es buscar los puntos de encuentro, lo que nos une, el renovar día a día nuestro amor bajo la bendición y el servicio a Dios. Si es un niño o un anciano quien va a nuestro lado es ver en ellos a Jesús mismo amarlos como los amaría Él. Si es nuestro enemigo (gratuito o por que dimos motivos) es nuestro deber buscar el acercarnos a ellos y buscar la paz, sabiendo que si le ganamos para el Señor habremos ganado un hermano.
Por tal motivo es nuestro llamado en el Señor a que perseveremos en permanecer unidos a Cristo para ser uno con Él, así como Él es uno con el Padre.
M.L Lubin Marín C.
Maracaibo Edo Zulia
Iglesia Presbiteriana Peña de Horeb
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