Rev. Valmore Amarís
Considerar los primeros versículos del capítulo cinco de la carta a los Romanos es deleitarnos en un discurso que hace un homenaje a la fe. A la fe que tiene su asidero en la bondad de Dios. Bondad que podemos traducir en términos de gracia, compasión y misericordia. El apóstol Pablo, en este escrito a los cristianos de Roma, desarrolla en las primeras secciones la condición humana, sumergida en el pecado, y cómo Dios actúa en su favor, a fin de levantarla de su estado de postración.
Usa términos que evocan el ámbito judicial. Al humano pecador solo lo espera la condenación. Pero, Jesús, el Cristo de Dios, hizo su aparición en el mundo de la humanidad para lograr que sea "absuelta" y para reconciliarla con su Creador: "Cuando éramos incapaces de salvarnos, Cristo llegó en el momento oportuno y murió por los pecadores" (Ro. 5:6 NBV). ¿Cómo es posible el perdón de la condena? La fe en la cruz de Cristo. Creerle a Dios.
Con el fin de darle soporte a su afirmación, el apóstol toma el ejemplo del personaje Abraham, considerado "el padre de todos los creyentes (judíos y no judíos)". De él afirma que "las Escrituras dicen que Abraham creyó a Dios, y por eso Dios lo declaró justo" (4:3b NBV). Al patriarca Abraham le fueron dadas promesas que él creyó, antes que su descendencia israelita recibiese la Ley de Moisés. Es decir, Abraham fue declarado justo por Dios porque tuvo fe. Creyó a la promesa de Dios. Explícitamente dice Pablo: "Abraham no fue incrédulo a la promesa de Dios ni dudó jamás. Al contrario, fortaleció su fe y así le dio gloria a Dios y le dio las gracias por aquella bendición antes que se produjera. ¡Estaba completamente seguro de que Dios cumple sus promesas! En vista de esa fe, Dios lo declaró justo. Pero esto de ser aceptado por la fe se escribió no sólo para hablar de Abraham. También se escribió acerca de nosotros, que creemos en el Dios que levantó a Jesús, nuestro Señor, de entre los muertos. También nosotros seremos declarados justos por la fe en el Señor. Él murió por nuestros pecados y resucitó para poder presentarnos justos ante Dios. (Ro. 4:20-25 NBV)
Precisamente, posterior a esta declaración, en cuanto a Abraham, el apóstol nos conduce a Cristo Jesús, en quien Dios nos promete reconciliación con Él; vida eterna junto a Él. Pablo se refiere a ello de esta manera: "Así que, ahora que Dios nos ha declarado justos por haber creído, disfrutamos de la paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Por medio de él, y confiando en su promesa, participamos de ese amor que no merecemos, y en el cual nos mantenemos firmes. Incluso nos sentimos orgullosos de la esperanza de gozar de la gloria de Dios" (Ro.5:1,2 NBV).
El escenario que el apóstol Pablo nos muestra es el de una humanidad necesitada de ponerse a cuentas con Dios. Dios es Santo y Justo ¿Está el ser humano en capacidad, como producto de alguna virtud suya, alcanzar las demandas de la majestad, santidad y justicia divinas? La respuesta es no. Como ya fue dicho, el estado de la humanidad es de extravío e incapacidad para esto. El ser humano recibe el llamado de Dios a que tome conciencia profunda de su situación. El ser humano es uno que precisa de perdón, restauración y transformación. Entre el ser humano y Dios hay un abismo espiritual. Dios toma la iniciativa y su amor lo impulsa a rescatar al pecador. Su amor es amor que comunica, que revela su esencia y su carácter. Su amor da a conocer su voluntad. ¿Qué puede rescatar al pecador de su condición? Creerle a Dios. Tener fe. La fe en lo que Dios ha dicho y ha hecho, fe en lo que Dios ha prometido, fe en lo que Dios le ha revelado, fe en que, por los actos salvíficos de su gracia, puede alcanzar la reconciliación con el Dios de amor. La paz con Dios.
Así es, este texto de Romanos 5 es ese deleitoso homenaje a la fe que salva. A la fe que nace de Dios y nos permite renacer para la vida en Dios, por medio de Jesucristo. ¡Gracias, Señor, por la fe que has puesto en nuestros corazones! ¡Gracias, Señor, por tu amor! "Dios, no obstante, nos demostró su amor al enviar a Cristo a morir por nosotros, aun cuando éramos pecadores" (Ro. 5:8 NBV).
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