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EL LOGOS: LA GRACIA Y LA VERDAD DE DIOS

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

JUAN 1:10-18


En primer lugar, para una aceptable comprensión del texto que nos ocupa, es de valor estar al tanto de una noción filosófica, común en el mundo helenístico en el cual se desarrolló la iglesia cristiana en sus inicios, como lo es el concepto LOGOS.



Al primero que se le reconoce su uso es al filósofo Heráclito de Éfeso. En su pensamiento “…habla del logos como de la ley y el orden: todo se realiza según el logos, que es eterno, universal y necesario” (Diccionario de filosofía · 1984:260). Pero, se nos antoja una idea más cercana al uso que le da el Apóstol, al desarrollo que hace de Logos el pensador apologista judío Filón de Alejandría, quien vivió aproximadamente entre el 20 a.C. y el 45 d.C. Filón “desarrolló la doctrina del logos como fuerza divina (razón) creadora: intermediaria entre Dios y el mundo y el hombre creados por él” (Idem.)


No debería sorprendernos que Juan, el Apóstol, conociendo su uso en el lenguaje cotidiano de la sociedad de su entorno, toma prestado la semántica para darle un significado evangélico; enriqueciéndolo con la luz de la revelación recibida de primera mano. Es bueno recordar que este Juan es el que expresa “Les escribimos acerca de lo que siempre ha existido. Lo hemos oído, lo hemos visto con nuestros propios ojos, lo hemos observado y lo hemos tocado con nuestras propias manos. Hablamos de Aquel que es la Palabra (el Logos) que da vida” (1 Juan 1:1 PDT)


El testigo presencial nos viene a compartir la noticia de las noticias: “…la Palabra (el Logos) se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre” (v.14 NTV). Aquello que algunos pensadores atisbaban como la razón de lo existente se hizo un humano, con la adición de que ese humano venía de parte de Dios cargado de beneficios para una humanidad necesitada. Juan lo comunica de esta manera: “De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra” (v.16 NTV).


Dicho de otra manera: el Arquitecto de lo creado, vino a tomar partido en el mundo de lo humano con una razón: dar a conocer Su Gloria y Su bondad presencialmente. De esto se trata el Evangelio de Jesucristo: de conocer a Dios y a sus criaturas. No como objetos a ser “estudiados”, sino como comprensión última de la existencia. Dios, viniendo a nuestro encuentro, de la forma más sencilla posible, para que toda la humanidad de todos los tiempos tenga acceso a Él. “Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios” (v.18 NTV).


El Logos presente en la humanidad nos ofrece una interesante (y hasta deslumbrante) revelación: el universo no es solo un compuesto de átomos y partículas sub-atómicas. No todo es materia visible y materia oscura. El cosmos cuántico también está pleno de un componente que lo arropa todo: el amor de Dios a través del Logos. Sí, el amor es parte constituyente del hábitat humano. “la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo” (v.17b NBLA).


Esta realidad está disponible para cada ser humano. Nuestra condición de maldad nos impide procurar, por sí mismos, el amor de Dios. Por esto en el texto se señala que el Logos “…estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no lo conoció” (v.10 NBLA). Es más, el Logos hizo su presencia en medio de una geografía y una cultura específicas, y fue parte de ello. Sin embargo, allí fue desechado: “Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron” (v.11 DHH). No obstante, hoy, como lo fue en el pasado, y lo será en los tiempos porvenir, la promesa que siempre se cumplirá (y es la que está disponible para cada persona) señala que “…a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios” (v.12 NTV).


Aquel, a quien el apóstol Juan llama el LOGOS, además de creador del mundo, es también el amor y la gracia de Dios visible al ojo y a la experiencia humana.


Rev. Valmore Amarís

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