Lectura: San Marcos 1:1-8
El escritor del libro de Marcos inicia de una manera distinta a los otros libros sinópticos Mateo y Lucas, centrándose de inmediato en el ministerio de Jesús. Comenzando con la esencia de nuestra fe, el evangelio de Jesucristo. Dando a conocer a sus lectores gentiles esta Buena Noticia: la llegada a nuestro mundo del Mesías que Dios había prometido al pueblo mediante los profetas.
La esperanza de un pueblo renace al escuchar al mensajero enviado por Dios para preparar y alla
nar el terreno para la llegada de Jesús. Juan proclama la Buena Noticia, invitando al pueblo al arrepentimiento y a la purificación de sus pecados. Juan es el emisor del mensaje y estaba claro en lo que debía anunciar: La Buena Noticia, la espera ha terminado y Dios se hace presente en el mundo, en la vida del ser humano.
El pueblo es el receptor del mensaje, de escuchar la Buena Noticia, por lo cual acude a Juan reconociendo su pecado y confesando su maldad para obtener el perdón que Dios ofrece a todo el que se humilla ante su presencia.
El pueblo está cargado de dificultades y va con la esperanza de que ha llegado el Mesías que Dios había prometido, pero el mensajero les aclara: no soy yo, "viene uno más poderoso que yo"
Finalmente, Juan da a conocer el mensaje, la Buena Noticia: la llegada de Jesús, al cual no se siente digno ni de ser su esclavo. Juan reconoce que Jesús vendrá y traerá consigo el Espíritu Santo.
La iglesia hoy es la encargada de llevar el mensaje, de anunciar al mundo la Buena Noticia, la llegada al mundo de Jesús el Hijo de Dios. Somos nosotros los encargados de dar a conocer al Mesías, pero debemos preguntarnos qué tipo de Jesús estamos dando a conocer. Acaso es un Jesús ausente de la realidad o es un Jesús que le importa nuestra vida y que está dispuesto a acompañarnos y a ayudarnos a transformar la realidad en la cual muchos están sumergidos, sin esperanzas.
¿A qué tipo de pueblo estamos llevando el mensaje? Un pueblo acomodado que no necesita de Jesús o a un pueblo sufrido, maltratado, con hambre, con sed, con enfermedades, sin recursos. Ese pueblo acudía a Juan buscando una respuesta y hoy acuden a la Iglesia y muchos mensajeros están de espaldas a esta realidad y sólo se preocupan por sí mismo, por su bienestar, sin darse cuenta que nos toca ser como Juan, aportar soluciones en el momento y lograr que renazca la esperanza en aquellos que la han perdido.
Ha llegado el Mesías y nos dió al Espíritu Santo que hoy debe movernos a no solamente transmitir mensajes vacíos y de espaldas a la realidad sino dar a conocer al Jesús que se hizo uno más de nosotros, que miró la necesidad del pueblo y aportó soluciones concretas a los enfermos, a los excluidos de la sociedad por considerarlos inmundos, a los que estaban desconsolado.
¿Estamos como seguidores de Cristo haciendo lo mismo, estamos llevando la Buena Noticia como se debe o sólo nos conformamos con escuchar sermones, oraciones y cantos?
Hoy muchos añoran la apertura de los templos porque allí nos ausentamos del mundo.. Hoy Juan nos invita a ir a los desiertos, porque son muchos los desiertos que hoy viven muchas familias y somos llamados a transformar y a construir junto a ellas y ellos nuevas realidades, donde Jesús está presente.
M.L. Zaida Lara
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