Tomás ha sido históricamente conocido como el “discípulo incrédulo”, un apelativo que nace de esta historia en la que uno de los seguidores de Jesús requirió de pruebas para creer en el milagro de la resurrección, de allí decimos, como Tomás, “ver para creer”. Este hombre necesitó de ver al Maestro resucitado para confesar su fe. La actitud de Tomás es muy común, muchas veces necesitamos que la experiencia nos toque para creer en ella, porque la experiencia de la otra o del otro no nos sirve, no es suficiente para hacerla nuestra. Por tanto, van por ahí muchos “Tomás”, incrédulos, negando realidades, solo porque no son realidades que les pertenecen.
En este segundo domingo de Pascua, en este espacio que me ha sido asignado, quiero hacer mención a algunos “Tomás” que tenemos en nuestra sociedad. Millones de personas siguen incrédulas ante realidades que vivimos, creen que asuntos como violaciones y violencia contra las mujeres es algo del pasado, o un asunto lejano de nuestra realidad; todavía hoy tenemos entre nosotras/os incrédulos sobre los efectos que el cambio climático está haciendo en nuestro planeta, negándose a cambiar su forma de vivir. Tenemos incrédulos en la pobreza, porque para ellos dormir sin comer es algo imposible. Aún hoy tenemos incrédulos de que la búsqueda de derechos para las personas es justicia impostergable. A estos mismos se les hace imposible que personas hoy sean discriminadas por su preferencia sexual, género o raza. De igual manera, estos “Tomás”, en su contradictoria condición incrédula, son demasiado crédulos en los medios de comunicación, en discursos que fomentan odio y violencia, son crédulos en el poder que impera y controla la economía, son crédulos en sí mismos y sus propios razonamientos.
Solamente el encuentro con el resucitado puede hacer cambiar a Tomás y hacerle confesar su fe genuina. Por eso, nos es necesario salir hoy al encuentro de tantas realidades para ver y creer que nuestro mundo necesita de transformación, necesitamos convencernos de que nuestra “pequeña realidad” no es la única, existen otros mundos llenos de llagas y de dolor, llenos de heridas y sufrimientos, a las cuales necesitamos tocar para que cambie nuestra forma de creer.
Julio César González
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