Marcos 10:46-52
Para este domingo, el calendario litúrgico nos sugiere un texto del Evangelio de Marcos, en el cual nos encontramos con la historia muy conocida del ciego Bartimeo.
Es Interesante que Marcos en el capítulo 8, y ahora en el capítulo 10, nos narra la historia de dos hombres ciegos a quienes en dos circunstancias muy diferentes Jesús les concede la gracia de ver físicamente. Todo esto sucede cuando Jesús y sus discípulos van camino a Jerusalén. Asimismo, nos llama la atención que la historia en el capítulo 10 a la cual hemos hecho referencia es la última que Marcos narra sobre la sanidad realizada por Jesús. Ante esto, nos surge la pregunta: ¿será que Marcos quiere hacer énfasis en la ceguera de los discípulos de Jesús, frente a la cercanía de su muerte? Este es un asunto del cual Jesús ha estado hablándoles con frecuencia, intentando prepararlos para ese momento y para el después.
Cuenta Marcos que Jesús con sus discípulos, seguidos por una gran multitud, van saliendo de Jericó y, sentado junto al camino, mendigando se encuentra Bartimeo el ciego, hijo de Timeo. Es interesante la descripción detallada que hace Marcos sobre Bartimeo, muy diferente a lo sucedido con el otro hombre a quien Jesús le devuelve la vista en Betsaida, de quien no se hace mayor descripción.
Con relación al nombre Bartimeo, encontré una definición que nos ayuda a una mayor compresión de la importancia de esta historia en el contexto de la acción de Jesús hacia Bartimeo. Bar significa hijo de un, en arameo, la lengua común de judíos palestinos de la época de Jesús. Marcos incluye el nombre arameo y lo traduce al griego para lectores gentiles como Timao, que significa honrar, entonces, Bartimeo puede significar hijo de honor. “Marcos contrasta claramente el significado del nombre con la ocupación del hombre. ¡Un hijo de honor está mendigando al lado de la carretera!” (Geddert, 253).
¿Cuál es el contexto de este suceso? Debido a la cercanía de las fiestas, muchos peregrinos de diferentes lugares van hacia Jerusalén y como la fama de Jesús se había regado por todas partes, la gente quería aprovechar la oportunidad de encontrase con aquel hombre de nombre Jesús de Nazaret, de quien se decía que era el Mesías esperado. Podemos presuponer que algunos por curiosidad querían ver un milagro. Seguramente otros querían escuchar su mensaje. Otros iban a verlo para acusarlo de ser un blasfemo. A lo mejor otros para ver como le respondía a sus enemigos, quienes tenían miedo de que no solo sanara físicamente y diera de comer, sino que también ganara más discípulos. En fin, eran muchas las razones por las cuales aquella gente seguía a Jesús.
En esta ocasión, Bartimeo es el personaje principal de esta narración. Por eso es preciso prestar atención a sus reacciones y preguntarnos: ¿Cuál es la reacción de Bartimeo sentado junto al camino, ante todo aquel alboroto de la multitud? Observemos que además de ciego, al parecer tampoco tiene amigos que le ayuden.
En medio del bullicio, Bartimeo comenzó a gritar a todo pulmón diciendo: “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí”. Y muchos lo regañaron y lo mandaron a callar, pero Bartimeo no les hizo caso y gritó con más fuerza: “Hijo de David, ten misericordia de mí”. Pudiésemos afirmar que, por su manera de gritar, Bartimeo había oído hablar de Jesús y estaba convencido que Él podía sanarlo y sacarlo de esa condición de ciego en la cual siempre había vivido.
¿Cuál fue la reacción de Jesús? En la manera de reaccionar Jesús, podemos intuir que es una forma de seguir enseñando (especialmente a sus discípulos) acerca de cómo actuar ante la persona en necesidad. Por eso, Jesús se detiene y en actitud de escucha, no le habla directamente al ciego sino que manda a llamarlo, tal vez queriéndole decir a la gente que hagan algo y no estorben. No sabemos quién o quiénes llaman al ciego, pero resulta que quienes lo llaman lo animan a ir a donde estaba Jesús, diciéndole: “Ten confianza, levántate, Jesús te llama”. Bartimeo en aquel momento lanza su capa (algo que era muy importante para él porque no solo la usaba para protegerse sino también para ponerla en el suelo y que ahí le echaran las monedas para su sustento, se levanta y de un salto va donde Jesús.
Jesús sigue actuando, tal vez de manera incomprensible, para sus discípulos y para la gente que los seguían. Colocó en el centro a aquel ciego marginado, quien lo había reconocido como el Hijo de David, dándole un nuevo estatus, reivindicándolo de aquella condición de marginalidad a la que había sido condenado por la religiosidad de aquel tiempo. Y teniéndolo frente a Él, le respondió a su llamado preguntándole: “¿Qué quieres que haga por ti?” Jesús, dignificándolo en su ser persona, le ofreció la oportunidad de expresar su necesidad. El ciego, con humildad, le dijo: “Maestro quiero recobrar la vista”.
Jesús, movido a misericordia y con autoridad, le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado, te ha sanado, te ha hecho una persona nueva”. Y en seguida el ciego recobró la vista. Y siguió a Jesús en el camino que lo conduciría a Jerusalén en donde moriría en la cruz. Ahora Bartimeo, después del encuentro rápido con Jesús, se convirtió en su discípulo del camino. Uno que veía física y espiritualmente.
En este contexto de pandemia, en donde hay tanta gente que llora y grita porque está necesitada de atención, de cuidado y de provisión, es importante rescatar de la actitud de Jesús. Lo apremiante que es aguzar nuestros sentidos. Tenemos que ver, escuchar, tocar, ir, decir y sentir para poder actuar tanto personalmente como comunidad de fe, seguidora de Jesús. Tal vez tenemos que descubrir cuál es la capa de la cual tenemos que desprendernos para que cuando se cuente nuestra historia se parezca a la de Jesús. Hoy les invito a que junto a Bartimeo. desde la orilla del camino en el cual nos encontremos, alcemos nuestras voces para implorar al Señor: ¡¡¡MAESTRO QUIERO RECOBRAR LA VISTA!!!
Rvda. María Jiménez de Ramírez
Pastora Iglesia Príncipe de Ramírez
Domingo 24 de octubre 2021
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