El domingo pasado el evangelio nos presentaba las bienaventuranzas, este domingo nos presenta dos metáforas que describen nuestra naturaleza como seguidores de Jesús.
Es interesante notar cierto contraste en ellas. La presencia de la sal es prácticamente invisible, mientras que la de la luz es notoria. Aluden a dos sentidos distintos: el gusto y la vista
La sal ha Sido utilizada como preservante y como condimento, de allí podríamos inferir dos responsabilidades como creyentes: ser agentes de cambio y bienestar (preservante) y además dotar de significado nuestra estancia acá en la tierra (condimento).
En el caso de la luz nos refiere a la utilidad de ella para facilitar la orientación, su ausencia implica oscuridad, dificultad para desplazarse.
Jesús no se queda en el hecho mismo de la luz, sino que resalta la importancia de la ubicación adecuada, al dar el ejemplo de una ciudad en la cima que se hace visible a todos.
Otro aspecto llamativo es el tiempo verbal (presente) utilizado por el Maestro, al decir: "ustedes son", da por sentado nuestra condición presente, no nos llama a qué seamos, debemos actuar porque somos sal y luz.
Si miramos a quienes nos antecedieron (reformadores), veremos qué en su tiempo, como resultado de su acción se estableció la educación pública y gratuita, poniendo al alcance de las mayorías el acceso al conocimiento. En una investigación realizada por el Banco Mundial a finales del siglo pasado, se encontró que el 64% de los premios Nobel en el periodo 1900-1990 provenían de países reformados.
Hoy día, estamos llamados a vivir como lo que somos: Sal y Luz de la tierra, que nuestra vida eclesial, familiar, comunitaria tenga incidencia efectiva en nuestro entorno, para que el mundo pueda glorificar a nuestro Padre. Dios nos bendiga.
Rev. Wilfredo Peña
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