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“Presencia que da orden al caos”

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Apreciada iglesia, un saludo especial para cada familia y para quienes nos escuchan desde diferentes lugares, la pequeña reflexión de hoy la he titulado: “Presencia que da orden al caos”, basada en el evangelio correspondiente para hoy, Mateo 14: 22-33.

En las definiciones originales de la palabra “caos” se concebía este término como lo impredecible, aquello que no podía definirse o que no se esperaba, con el tiempo esta palabra ha adquirido la acepción de “desorden”, aquello que no está en su justo lugar. En la filosofía “el caos” es la complejidad de las relaciones causa-efecto, cuando algo trunca el orden natural de las cosas se genera un caos.

En la cultura greco –romana, el caos es la situación original de las cosas, a lo cual la divinidad da orden, en la mitología “caos” fue el primer Dios, el original. En el texto bíblico vemos cómo en el principio ya existía el caos, ya estaba presente según la historia de la creación y se representa precisamente como agua, sobre la cual el espíritu de Dios se movía. Numerosas veces en la literatura el agua es símbolo del caos, de incertidumbre, de desorden, de lo desconocido, de lo impredecible.

El relato que nos ocupa hoy está lleno de caos, Jesús siente la necesidad de apartarse a orar, seguramente aún prevalece el pesar por la muerte de Juan el Bautista, en su condición humana siente la necesidad de estar solo; en medio de su propio caos, Jesús acude al monte para presentarse delante de su padre.

Mientras tanto, el caos también reinaba alrededor de los discípulos que habían tomado una barca para cruzar el lago, “las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra”. El panorama es el desorden, pero se hace más complejo con la llegada de lo impredecible, se suma la experiencia de lo desconocido para completar el caos. Los discípulos responden a su imaginario cultural y afirman: ¡Es un fantasma! En medio del fuerte oleaje se acerca una figura que camina sobre el agua y que deja a los discípulos desconcertados, no podría ser peor la situación que les ha tocado vivir; como es de esperarse, el caos produce miedo.

En este clímax narrativo, Jesús se presenta, su palabra va comenzando a dar orden a lo desconocido: ¡Soy yo! Sin embargo, Pedro demanda pruebas, necesita certezas y Jesús lo llama a que camine también sobre el agua, pero su fe es corta, camina Pedro sobre el agua hasta cuando el miedo lo embarga, le pesa el miedo y se hunde ¡Sálvame, Señor! Jesús extiende su mano y lo salva, vuelven a la barca y los vientos se calman, ¡El Señor está en la barca! el caos ha terminado.

No es difícil identificarnos con la historia, mucho menos identificar nuestros propios caos para vernos en esa barca, en medio del lago, azotada por fuertes vientos. El caos es la vida misma, como fue en la fundación, también es ahora, agua en movimiento que nos hace abandonar nuestras seguridades y certezas, para hacernos dudar y darnos cuenta que a veces Jesús no está en la barca. Para darnos cuenta que somos el Pedro de la historia: sabemos del poder de Jesús, queremos probar ese poder, pero nuestra fe flaquea y caemos.

Hoy el mundo es un caos, la pandemia es solo una parte de lo que vivimos, la economía refuerza la lógica de supervivencia del más fuerte, las desigualdades se amplían, la salud se vuelve privilegio y no derecho. También pasan cosas inexplicables, como la explosión en Beirut, incendio en Bélgica, inundaciones en diferentes partes del mundo. A nivel personal, tenemos nuestros propios caos, esa herida que aún no sana, ese familiar que aún extrañamos, esa ansiedad que no nos deja, la situación propia de salud, la situación económica, esa preocupación que no deja de hacerse presente en nuestra mente.

La invitación que Jesús hace a Pedro es a dejar la inseguridad y atreverse a venir al caos, pues en esta condición será probada su fe. Hoy estamos caminando sobre el mar, hoy es puesta a prueba nuestra fe. En medio del caos está El Señor diciendo ¡Soy yo!, su voz y su imagen borrosa y difusa en la noche tormentosa nos da esperanza. Y si ya no estamos en la barca, sino hundidos, con el agua ya cubriéndonos, porque el peso del miedo y la incertidumbre ha sido más fuerte, aún estamos a tiempo de gritar: ¡Sálvame, Señor! El Maestro viene a nuestra barca para sanar, para consolar, para liberar, El Maestro viene a nuestra barca para poner orden a nuestro caos.

Pbro. Julio César González. Agosto de 2020

Candidato al Sagrado Ministerio




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