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¡NO HAGAS CAER AL QUE ESTÁ POR NOSOTROS, PUE SOMOS SAL DE TIERRA!

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Lectura: Marcos 9: 38 – 50

“Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿Con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros” v.50




La sal es un producto básico para dar sabor a las comidas, la sal es también necesaria para que nuestro sistema inmune, funcione. Y la usamos todos los días para condimentar, pero además sirve para conservar nuestros alimentos. La palabra condimentar es sinónimo de sazonar y precisamente, sazonar es la palabra que utilizó Jesús en el versículo 50 del capítulo 9, de Marcos. Conservar es mantener, preservar, cuidar, custodiar, continuar, seguir, guardar, perdurar y retener.

El Señor Jesús, les dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿Con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres (Mateo 5: 13). Las hijas y los hijos de Dios, estamos llamadas y llamados para sazonar a la gente de esta tierra, colocando el ingrediente fundamental para colorear y darle sabor a este mundo tan desabrido e insípido, que está falta de amor, de solidaridad, de perdón, comunión, de empatía, de justicia y tantas cosas que se han perdido en la humanidad, hoy día.

El pueblo de Dios, está para dar amor y enseñar a los demás cómo se debe amar, compartir, llevar el mensaje de Jesús, ayudar al prójimo, etc. Cuántas personas están cerca de ti, necesitada de esperanza, de buenas noticias, de compañía, de una palabra de aliento, de que se le escuche. Pero no, la sal que somos, la sal que tenemos, se desvanece y se hace insípida. ¿Cuándo sucede esto? Cuando dejamos de dar amor, de cuidar a la hermana, al hermano; para que preserve la armonía en el hogar, en el trabajo, en la iglesia. Mantener la unidad en la familia, en la comunidad. Cuando dejamos de custodiar a nuestras hijas y nuestros hijos, niñas, niños, adolescentes y jóvenes, para que ellos sigan o continúen en el camino del Señor. Guardar la paz con la vecina o el vecino. Hacer que perdure el ánimo de aquellos que quieren escuchar el mensaje y decidimos no seguir. Debido a nuestros afanes de la vida, porque ponemos nuestras labores en primer lugar. Cuando no nos importa y no retenemos a la persona que llega a la iglesia que un día expresó que su deseo era congregarse allí; pero pasan los días y esa persona no regresa, y ¿Qué hacemos? Nada, no le llamamos, no le visitamos, ni siquiera averiguamos el motivo por el cuál no regresa. ¿Será que hicimos o dijimos algo que no le gustó, alguna mala acción? Con nuestra actitud no le retuvimos, sino al contrario, fuimos piedra de tropiezo.

Cuando actuamos así hermanas y hermanos, hacemos caer al que está por nosotros. ¿Por qué está por nosotros? Porque ella o él, cuando viene a buscar de Cristo, están por nosotras y nosotros, ya que están buscando lo que también buscamos, a “Jesús”.

Otra manera que hacemos y mostramos que nuestra sal se desvanece, es cuando hablamos con quien está cerca y nuestra conversación es queja, tras queja, lamentos, enojos, y exponemos lo amargado que estamos. Y en vez de contagiarles con gozo, con gracia y poder que viene de lo alto, palabras de elogio, actitud de aceptación o pensamiento de tolerancia. Donde le hagamos intensificar en sus vidas el sabor de Jesús, su amor, su grandeza, el buen testimonio, las cosas bellas que Dios nos ha dado, las oraciones respondidas, y tantas; tantas cosas buenas y bellas que tenemos y que, en su misericordia, nuestro Padre Amado nos ha concedido.

En el comienzo de este párrafo, donde se está reflexionando en este momento, el discípulo Juan le explica a Jesús, que había un hombre que en su nombre echaba fuera demonios, pero éste no los seguía. ¿A quién no seguía? Juan se incluyó al decir: “…no nos sigue…” Y optaron por prohibírselo. Pero resulta que ese hombre que echaba fuera demonios en nombre de Jesús, creía en Jesús, por lo tanto, seguía a Jesús, su ejemplo, y su enseñanza, estaba con Él. Si no hubiese sido así; Jesús no les hubiera dicho “No se lo prohibáis, porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra de nosotros, por nosotros es.

Ese hombre oraba y expulsaba a los demonios, no en su propio nombre, sino en el Todopoderoso. De alguna forma, seguía a Jesús y estaba haciendo su obra.

Dos cosas que se debe aclarar: Hay muchos que dicen que este hombre exorcizaba, pero es un error, porque exorcizar es usar conjuros e invocaciones para expulsar demonios de la persona poseída. Y conjuro es la fórmula o conjuntos de palabras mágicas que se pronuncian para invocar a un espíritu o ser sobrenatural. De modo que, si usted es cristiano o cristiana, no lo diga. Y lo segundo es, que si hay un grupo de personas que se congregan, leen la Biblia, oran, predican, cantan alabanzas, buscan y adora a Dios (Al verdadero Dios y no a una imagen, ni a dioses falsos) y lo hacen de forma diferente a como lo hacemos, entonces pensamos y decimos, que ellos no son de Dios, por el solo hecho de hacerlo diferente. ¿Dónde está lo que dice Efesios 4: 1-16? “La unidad el Espíritu.

No causemos la caída del otro o la otra, cortémonos las malas acciones de nuestras manos y pies, lo que decimos y cómo miramos a los demás. Recordemos. ¡No hagamos caer al que está por nosotros, pues somos sal de la tierra! ¿Amén hermanas y hermanos? Amén.

Dios nos ayude a vivir su Palabra, Dios les bendiga.

M. L. Osdalys Elena Francia de Miranda

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