El Jesús resucitado, no era un fantasma, era verdaderamente el ser humano que anduvo con los discípulos todos los días de su Ministerio en la tierra. El Maestro quería que sus discípulos y discípulas le percibieran como él verdaderamente es, frágil, tierno, compasivo, tolerante, muerto y resucitado.
Muchas veces mitificamos la vida y hechos de Jesús, nos olvidamos que mientras él estuvo en la tierra era cien por ciento hombre. Queremos convertir a Jesús en un superhéroe de fantasía con cualidades y poderes extraordinarios. Él quiere es que le conozcamos como hombre, capaz de sentir, vivir y morir con cada experiencia que nosotros y nosotras vivimos.
-“¿Tenéis algo de comer…?”-.
Esa no es la pregunta que pudiera hacer un fantasma o un espíritu, los espíritus no tienen carne ni huesos, no comen, no se pueden palpar. Jesús invita a sus discípulos y discípulas a tocarle, para que comprueben que es él en realidad, no una aparición incorpórea. Comió delante de ellos y ellas. Comer para Jesús era señal de unidad y de la manifestación de su cercanía, compañerismo y amistad, de Koinonía.
-“Mirad mis manos y mis pies…”-.
Ante ellos y ellas estaba el mismo amigo y hermano que caminó y vivió con ellos esa aventura de encarnación y salvación. Sí, él es Dios, es divino, pero deseaba que comprendieran que era también uno de ellos y ellas, ese es el sentido y propósito de la Encarnación. Nos da ejemplo a la Iglesia de hoy de la necesidad de identificarnos con los más débiles, en estos tiempo de incertidumbre creados por el COVID19 en todo el mundo y para nosotros y nosotras como IPV en Venezuela.
“Les abrió el entendimiento…”, esta frase señala que es ahora con la presencia real del Espíritu Santo en sus vidas, para comenzar a entender el verdadero significado de la Ley y los Profetas que se viene narrando en el Antiguo Testamento, abriendo así una nueva era de comprensión y proclamación de Jesús como Evangelio o Buenas Noticias. En ese momento comienza la verdadera Iglesia, el verdadero pueblo de Dios, se inicia la construcción del Reino de Jesús. Nuestra labor, ya como seguidores, deja de ser pasiva y comienza la verdadera etapa de la transformación del mundo.
Ya no hay lugar para la fantasía de un Mesías superhéroe, ya no hay lugar para la duda o el temor: “El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos, al tercer día resucitará de entre los muertos y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos…”. Se abre así una nueva etapa para la fe que deja de estar circunscrita a un pueblo, a una etnia y se convierte en una fe universal basada en el arrepentimiento y en la conversión, en la verdadera militancia en una fe comprometida con la diversidad y la tolerancia.
“Vosotros sois testigos de esto…” Así nos dice el Señor a nuestra conciencia, partiendo del hecho que un testigo no es solamente quien ve, sino aquel o aquella que está dispuesto a ser fiel en todo momento y frente a toda consecuencia.
En este tiempo de Pandemia y Cuarentena, nuestra labor, como IPV, es ser testigos y testigas del amor y cuidado de Dios y de la acción de la Iglesia, especialmente a favor de los más necesitados. La Iglesia debe ser una institución viva, no simplemente un concepto abstracto o una organización insensible, debe tener carne y huesos en los cuales la gente deba palpar, en este tiempo de gran crisis del COVID19, el amor y la solidaridad nuestra, debe vivir y comer con la gente en señal que estamos unidos al pueblo en los momentos más críticos de su historia.
Pidamos a Dios que nos abra el entendimiento, para descubrirnos como las manos, pies boca y oídos de Dios en medio de esta sociedad. La actual crisis nos reclama que nos encarnemos, así como Jesús también se encarnó para darnos vida. Este es el momento que nuestra Iglesia recobre el rol histórico que el Señor le dio desde su llegada a esta Tierra de Gracia, es tiempo de ser Iglesia que sirva, evangelice, predique, eduque, acompañe.
(OJVN).
Rev. Obed Juan Vizcaíno Nájera.
18 de Abril 2021.
Comments