El texto del Evangelio que nos ocupa en esta oportunidad, lo encontramos en Mateo 25:14-30. Sin duda, uno de los pasajes claves para nuestra cabal comprensión de la vida como una mayordomía ante nuestro Creador. Y de una manera muy particular, para efectos de la mayordomía cristiana.
También es cierto que se trata de un texto muy citado y estudiado, de modo que tal vez no sea mucho lo que se pueda añadir, que ya no se haya dicho. Pero lo primero que queremos destacar es que la parábola está inserta casi en el medio de un extenso discurso del Señor Jesús, que ocupa los capítulos 24 y 25 del Evangelio según Mateo, y que se refiere a los acontecimientos de los tiempos finales. Todo inicia con la pregunta de sus discípulos “—Dinos, ¿cuándo sucederá todo eso? ¿Qué señal marcará tu regreso y el fin del mundo?” (Mt.24:3b NTV). A partir de la pregunta, Jesús se explaya en poner al tanto a sus interlocutores de toda una serie de situaciones, en el acontecer humano, marcados por la zozobra, una angustiosa expectación a causa de calamidades sociales, políticas, económicas, fenómenos naturales a gran escala y cataclismos, y asombrosas profecías tocante a la irrupción definitiva del Reino de los cielos, con el Cristo de Dios en su plena manifestación.
El caso es que, repetimos, en medio de este cuadro apocalíptico, Jesús nos indica qué ocurrirá con la mayordomía de la vida. Y al considerarlo, podemos concluir de que se trata de lo siguiente: Cada ser humano, cada persona capacitada y dotada por el Señor de la vida –a la hora de la verdad final- le tocará rendir cuentas por la administración de lo que recibió en esta vida, tal y como la conocemos. Es decir, en la parábola quedan claras algunas pautas establecidas por Dios mismo tocante al sentido de nuestra vida: Una es que nuestra existencia, y todo lo que administramos en el desarrollo de la misma, no nos pertenece, le pertenece a un “amo”, al servicio del cual estamos. Lo segundo que se advierte es que la vida y su administración están llamadas a constituirse en una mayordomía creativa y productiva. Y, en tercer lugar, como ya dijimos, es que llegará el momento en el cual tendremos que dar cuenta, ante el Dueño de todas las cosas; de cómo ejercimos nuestra mayordomía; de qué tal nos fue con nuestra administración de lo que nos fue entregado para trabajar. Todo esto queda indicado en los recursos financieros recibidos por tres distintos administradores de parte de su amo, los cuales buscan ilustrar las posesiones que administramos los seres humanos, pero que no son nuestras.
A mí me gusta hacer hincapié en que nuestra mayordomía abarca todas las áreas: nuestras capacidades intelectuales y destrezas personales, nuestra vida sentimental y emocional, las vidas con las que compartimos y las que procreamos, los recursos económicos y el tiempo del cual disponemos, y, en fin, la vida toda. Pero, para las hijas e hijos de Dios en especial, cuenta también la administración de las capacidades espirituales con las que fuimos dotados para servir a la causa del Evangelio del Reino de Dios. De todo ello recibimos -algunos más, otros menos- y de todo ello daremos cuenta ante el Dueño y Señor de todo. ¿Cómo quedaremos? ¿Qué presentaremos? ¿Cuál será el saldo de nuestro servicio? ¿Habremos de presentar ganancias o un resultado improductivo?
Total que todas estas consideraciones acerca de nuestra labor de siervas y siervos mayordomos, y la grave responsabilidad que significa el hecho de que daremos cuenta de la tal administración, son planteadas por el Señor Jesús en el contexto del “fin del mundo”.
El pueblo de Dios confiesa ese retorno en gloria del Señor Jesús; anhela su regreso, y exclama día a día “¡Ven, Señor!”. Desde hace mucho tiempo se viene advirtiendo acerca del cumplimiento de esas señales registradas en el Evangelio de Mateo y otras porciones de las Escrituras. Sin embargo, es bueno recordar también que la venida del Señor es la venida del Amo y Dueño de todo cuanto administramos, y acerca del cual vamos a presentarle cuentas. ¿Será que cuando eso suceda nos dirá el Señor: “Bien hecho, mi buen siervo fiel”? Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!”?
Rev. Valmore Amarís R.
Caracas, Venezuela
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