En el contexto de la defensa del apóstol Pablo a su ministerio apostólico, él hace uso de una imagen, en la que contrasta la oscuridad con la luz. La idea es la siguiente: Pablo, para hacer frente a sus detractores, explica a su público lector (en este caso, ante los creyentes en la ciudad de Corinto) que la misión en la que se viene ocupando es el producto de un llamado de Dios mismo. Arguye que ese llamado lo lleva a cabo honrando el carácter mismo de Quien se lo encargó. Es decir, a través de un proceder limpio, transparente, luminoso, que está a la vista de todos. Esto está en concordancia con la noción de que “Dios es luz y que no hay tinieblas en Él”, como diría otro apóstol (Juan) algunos años después. Así que, si Dios es Santo, quien ama y sirve a Dios debe ser santo en todo su proceder. Si Dios es luz, quien ama y sirve a Dios debe andar con una vida igualmente en luz.
Afincándose en esta idea, el apóstol la respalda con la siguiente fundamentación teológica: Dios creó la luz y la separó de la oscuridad. Y así como al principio de la creación apareció la luz, por orden del Creador, de igual modo la luz espiritual ha aparecido en la vida de aquellos a quienes Dios ha llamado a ser partícipes de su Reino.
Según esta afirmación de Pablo, la vida en Cristo es el producto del hecho sobrenatural de la iluminación divina. Es posible para el creyente experimentar la vida de Dios por el hecho de que recibió la luz de Dios.
Por el lado contrario, en el texto señala que si las buenas noticias del Reino de Dios permanecen sin ser comprendidas por algunos, esto obedece a que hay un velo de tinieblas que les impide apreciar la gloria del mensaje de Jesucristo.
En sí, lo que Pablo explica es que en Jesucristo brilla la gloria de Dios, ya que Él es la imagen visible de Dios. Pero “el dios de este mundo” –término usado por Pablo para referirse al diablo- efectúa una obra de ocultamiento de esta gloria de Dios en Cristo, que se manifiesta a través del mensaje del Evangelio. Podemos deducir que la acción de encubrir en los corazones humanos la luz de Dios, la efectúa el enemigo de Dios a través de los sistemas terrenales, que rechazan y se oponen a la voluntad de Dios en relación a su proyecto cósmico. Por supuesto, se trata de aseveraciones que pertenecen a un mundo espiritual al cual no tenemos acceso en el orden natural.
En todo caso, una vez más, el apóstol Pablo comunica que no se trata de anunciarse a él mismo. El mensaje de la luz de Dios es para que Jesús, el Cristo de Dios, sea conocido y reconocido como el Señor, y del cual él no era más que un servidor.
Estamos llamados a adjudicarnos ese mismo entendimiento de nuestra vocación cristiana. Esto es, la de revestirnos de la luz de Jesús, según Él mismo nos lo demandó cuando dijo a sus discípulos: “Ustedes son la luz del mundo”. Sea esto una realidad en nuestras vidas, asumida con humildad y a la vez con toda responsabilidad.
Rev. Valmore Amarís
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