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LA VIUDA Y EL JUEZ INJUSTO

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Lc. 18:1-8


INTRODUCCIÓN:

¿Han sentido ustedes en sus vidas, como que Dios no escucha las oraciones que hacemos? ¿Al menos, no es cierto que muchas veces como que Dios tarda y tarda y no recibimos respuesta a nuestras peticiones? Sin duda mucho depende de lo que pidamos y cómo lo pidamos. Si yo oro fervientemente y todo el tiempo pidiéndole a Dios que me haga millonario, pues muy probablemente Dios no puede actuar como si estuviera a mi servicio para satisfacer peticiones egoístas e indebidas. ¿Es necesario que yo llegue a ser millonario? ¿Con que fin pido esto? ¿Me conviene tal cosa? Por otra parte, si yo oro con fuerza pidiéndole a Dios que castigue y deje ciego a mi vecino que me saca la piedra, o que lo deje paralítico, en silla de ruedas porque me fastidia y molesta demasiado, ¿accederá Dios a mi petición? Lo que estamos pidiendo es una locura, una injusticia, producto del odio y falta de amor cristiano. Pero, si pedimos en humildad, reconociendo que hemos de desear que se cumpla la voluntad de Dios antes que la nuestra, ¿contestará Dios nuestras oraciones? Claro que SÍ. El propósito de la parábola que nos trae el pasaje del Evangelio para hoy es enseñarnos que debemos orar en cualquier circunstancia, sin jamás desanimarnos.


1. La parábola relata que en cierta ciudad había un juez que no temía a Dios, ni respetaba persona alguna. Ciertamente este juez era un juez injusto, una mala persona, un hombre que no merecía ocupar un lugar dentro del sistema judicial. Pero menos mal que eso era antes, hoy no pasa eso ¿o sí? ¿hay jueces injustos hoy en día? Pues, volviendo a nuestra lección del Nuevo Testamento de hoy, hay que afirmar que el juez de nuestra parábola era de lo peorcito que puede ser un juez, ayer u hoy.


2. Dice la parábola que “vivía también en la misma ciudad una viuda, que acudió al juez, rogándole: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Sabemos que las viudas en Israel quedaban desamparadas al perder a sus maridos y que la Escritura en muchas partes exhorta a ocuparse de las viudas y protegerlas. Esta viuda acude a la instancia apropiada y lo que pide es justicia ante su adversario, alguien que pretendía aprovecharse de ella, explotarla, dañarla en alguna medida. ¿Qué le correspondía hacer al juez? Pues sencillamente administrar justicia, pero ¿estaba dispuesto a hacerlo?


3. Dice el pasaje que, durante mucho tiempo, el juez no quiso hacerle caso. ¿Alguna semejanza con lo que ocurre en los tribunales hoy en día? Juez sinvergüenza, deshumanizado, que no temía a Dios, ni respetaba a persona alguna. Pero ¿qué hizo la viuda? ¿Creen ustedes que tiró la toalla y agachó cabeza y se fue para su casa sin chistar? Aparentemente no. Se da a entender que la viuda insistió, tal vez muchas veces, exigiendo justicia, hasta sacar de su quicio al juez injusto. Fastidiado y molesto por la insistencia de la viuda, se dijo a sí mismo: “Aunque no temo a Dios, ni tengo respeto a nadie, voy a hacer justicia a esta viuda, para evitar que me siga importunando. Así me dejará en paz de una vez”.


4. Ahora Jesús muestra la lección de aquella parábola. “ya han oído ustedes lo que dijo aquel mal juez. ¿No hará Dios justicia a sus elegidos, que claman el día y la noche?” ¿Dejará Dios de contestar las oraciones sinceras acordes con su voluntad? ¿creen que los hará esperar sin una buena razón, según sus planes y propósitos para sus vidas? Les digo que les hará justicia enseguida. Pero se requiere una sola cosa, tener fe firme. Por eso pregunta Jesús, ¿cuándo venga el Hijo del Hombre, aún encontrará fe en este mundo? Que no caiga la fe, hermanas y hermanos. Confiemos plenamente en que Dios no es como aquel juez injusto. Dios siempre hará justicia a sus elegidos. AMÉN.













Rev. Edgar Moros Ruano, Ankara

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