Marcos 13, 24-32.
El mensaje escatológico de la Biblia y sobre todo del Nuevo Testamento, es un mensaje esperanzador y si viene contenido en las propias palabras de Jesús, entonces es un mensaje de vida abundante y de felicidad. Es mensaje de unidad, reencuentro de quienes vienen de lejos, los apartados, olvidados y separados.
La verdadera profecía se caracteriza por ser veraz, esperanzadora y su mensaje nos conduce a Dios y a su Reino de Justicia y Paz. Nos da tranquilidad y confianza en la palabra de Dios.
Los profetas o profetizas, no eran gente enajenada de la realidad, eran personas observadoras y críticas de su entorno social, económico, político y religioso, denunciaban las injusticias contra el pueblo de Dios, contra los más
empobrecidos y les anunciaban esperanza y justicia. No eran simples iluminados o adivinos auto nombrados,
surgidos de un frenesí de un fanatismo espiritual o causadas por la ambición de poder y fama de algunas personas supuestamente iluminadas por ideas que de apartan de la verdad bíblica.
En este relato del Evangelio de hoy, después de una gran angustia, viene un tiempo de jubileo, paz esperanza, no todo queda en la oscuridad y en el terror, porque viene el gran regreso, el reencuentro de Jesús con su pueblo, con su iglesia.
El Jesús que se presenta en esta lectura, es el Mesías, con poder y majestad, viene a reunir, a sus seguidores y seguidoras de todas partes del mundo, no viene a sufrir, viene victorioso. Su venida anuncia su gran triunfo del bien sobre todo mal, sobre toda injusticia.
Compara Marcos este acontecimiento con una experiencia agrícola basada en la observación de simples hechos biológicos. Cuando la rama reverdece en verano y hay brotes nuevos esto señala un cambio radical, ha llegado tiempo de renacer y comenzar a dar frutos. Somos esa higuera de nuevos brotes, reverdeciendo, floreciendo, pero no caigamos en la tentación de querer interpretar está acontecimiento como una facultad propia, personal o de grupo o de una secta, para dar interpretaciones escatológicas equivocadas, personales, sectarias y alejadas de toda veracidad o lógica bíblica, doctrinal o teológica.
Esta declaración sobre elementos que aparentemente tienen que ver con hechos futuros, tiene como finalidad recordarnos que en la actualidad que vivimos, la confianza nuestra debe estar puesta en la voluntad de Dios, porque su Palabra nos llena de seguridad, comprobando su trascendencia a través del tiempo.
No había profecía en el pueblo de Dios, si de por medio no estaba un llamado genuino, una vocación y un compromiso con la verdad de la Palabra de Dios, no hay profecía de parte de Dios que no se cumpla.
Por eso la profecía tiene como fin la esperanza, restitución, justicia y la libertad, tendrá siempre una intención liberadora
Ahora que proliferan "los falsos profetas y profetizas" y las "falsas profecías", en estos momentos de confusión y dolor, Jesús nos recuerda su oráculo para este tiempo difícil: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis Palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre".
Rev. Obed Juan Vizcaíno Nájera
Pastor.
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