LUCAS 10:1-11, 16-20
Comenzaremos nuestra reflexión con ciertos datos curiosos de esta narración.
Jesús envía a 72 discípulos para llevar las buenas noticias a los pueblos por donde él mismo iba a pasar más adelante. Aunque los envía en grupos de dos, estos 72 discípulos hacen referencia a los 72 pueblos gentiles (no judíos) enumerados en Génesis 10, en otras palabras, pueblos que no conocen al Dios verdadero. Por otro lado les indica que no se detengan a saludar a nadie por el camino; esto no indica descortesía sino prisa, pues los habitantes del Medio Oriente tenían rituales de saludos relativamente extensos.
Para el judío de la época, salir de viaje, así sea para uno corto, era importante estar bien preparado con comida, bebida, ropa y calzado; pero Jesús les indica irse totalmente desprovisto (confiando en la provisión divina), y que en la casa donde los reciban, se queden hasta el final, comiendo y bebiendo lo que les ofrezcan, sanando sus enfermos y anunciando que el Reino de Dios está cerca, iniciando con un deseo de paz como saludo, el cual se cumplirá si los anfitriones son gente de paz.
Si los anfitriones no son gente de paz y rechazan las buenas noticias, no se cumplirá el deseo de paz y toca sacudir el polvo de las sandalias en señal de desprecio, que más que rechazo es des-precio, es decir, desvalorar o “no me importa, yo ya cumplí, allá tú; y no me llevo de ti ni el polvo de tu suelo pues ya no eres mi responsabilidad”. Quienes rechazan a los discípulos y sus buenas noticias, rechazan a Jesús y también a quien lo envió, a Dios mismo.
Podemos resumir o concluir, con las primeras palabras de Jesús en este relato, la mies (cosecha) es mucha y hay muy pocos trabajadores; es por eso que debemos andar de prisa, sin preocuparnos por preparar maletas, y sin entretenernos en el camino. ¡Hay urgencia de anunciar el Evangelio a quienes no conocen a Dios! Tampoco nos dediquemos tanto con quienes rotundamente rechazan el mensaje de Dios pues, pudiéramos estar perdiendo el tiempo con alguien que no le interesa conocerle y al mismo tiempo pudiéramos estar desaprovechando la oportunidad de presentarle a Dios a otra persona carente de Él, y cuando decimos carente, no sólo es no tenerlo, sino NECESITARLO.
Hoy vivimos en un mundo verdaderamente carente de Dios, y el lugar no es el templo sino los 72 pueblos gentiles (quienes no conocen a Dios), y la urgencia es evidente. Dios bendiga esta Tierra de Gracia, y nos utilice como verdaderos mensajeros y anunciantes del Reino de Dios.
M.L. Nyeser Gómez
Barquisimeto Venezuela
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