El texto del Evangelio correspondiente al día de hoy, pareciera constituir un juego de palabras que aparentemente dificulta la comprensión de su enseñanza. Sin embargo, al tomar en cuenta que Juan hace gran énfasis en la importancia de la Comunidad, nos facilita ir a la esencia del mensaje, cuando nos preguntamos ¿por qué en esta ocasión, cuando Jesús está cerca de su muerte, ejerce su función sacerdotal o intercesora ante el Padre, pidiendo con gran énfasis la unidad de sus seguidores y sus seguidoras?
En un intento por dar respuesta a la pregunta anterior, les invito a pensar en que Jesús conociendo la condición humana de sus discípulos y sus discípulas, quienes frecuentemente habían dado muestras de no haber comprendido en qué estaba fundamentaba la propuesta del Evangelio presentado por Él. Jesús, conocía sus limitaciones, sus debilidades y, ante su inminente partida, veía que era urgente que adquirieran una herramienta que junto con el Espíritu Santo, serían esenciales para garantizar el éxito de la Misión que tenían que asumir. Misión esta, que consistía en que el amor del Padre revelado a través de Jesús, fuera conocido y recibido por las personas en ese momento y en proyección, por las generaciones posteriores. Por eso para Jesús, era de suma importancia ponerlos, ponerlas en las manos del Padre.
“Pero no ruego solamente por éstos [éstas], sino también por los [las] que han de creer en mí por la palabra de ellos [ellas], para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos [ellas] sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (v 20 y 21)…“Y les he dado a conocer tu nombre, y aún lo daré a conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos [ellas], y yo en ellos [ellas].” (v 26)
En este clamor de Jesús hace evidentes dos elementos esenciales tales, como la necesidad de ser uno entre ellos, entre ellas, tomando el parámetro de la unidad entre Jesús y el Padre. Además, que se amen como el Padre ha amado a Jesús. Amor que al ser recibido y asumido, nos permite ser parte de Jesús. Estos dos ingredientes como elementos esenciales, deben sazonar y caracterizar a la Comunidad de Jesús. Por eso, la gente de fuera dirá miren cómo están unidos, unidas, miren cómo se aman y entonces creerán que Jesús es el Enviado de Dios.
Jesús intercede por sus discípulos, por sus discípulas, y que alegría saber que en su intercesión nos incluyó dentro de quienes habrían de creer. Intercede con optimismo dando por sentado el éxito de la misión evangelizadora. Sin embargo, es importante comprender que la unidad de la comunidad cristiana, no se logra simplemente por nuestro deseo o por nuestro esfuerzo, se logra porque es un Don que viene de Dios, por su gracia. De la misma manera, es necesario comprender que la unidad está cimentada en la relación directa con Jesús, Señor de la Iglesia.
A partir de lo antes mencionado, es pertinente preguntarnos si la intercesión de Jesús es una realidad en el pueblo cristiano. Tal vez pudiésemos afirmar que se ha logrado en parte, debido a que hemos superado muchas de las barreras que nos separan tanto a en el ámbito local como entre las diferentes denominaciones. Sin embargo, es preciso reconocer que construir la unidad fundamentada en los parámetros con los cuales Jesús intercedió ante el Padre, sigue siendo un gran reto para las y los seguidores de Jesús. Esto, debido a que las controversias, las rivalidades, entre otras, al igual que en la antigüedad, continúan afectando el testimonio de la comunidad de fe, que aleja a quienes pudieran creer y que entorpece el cumplimiento de la misión encomendada. En el momento actual, es imprescindible concebir la unidad del Cuerpo de Cristo no como uniformidad sino, como la capacidad de vivir la unidad en la diversidad, lo cual fortalece el testimonio de la comunidad de creyentes, para animar a otras y otros a creer en Jesús. Además, para que desde la coherencia de vivir el Evangelio, al contar su historia se parezca a la de Jesucristo.
Que nuestra oración sea ¡Señor haznos uno, como tú y el Padre son uno!
Rvda. María Jiménez de Ramírez
Pastora Iglesia Presbiteriana Príncipe de Paz- Caracas
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