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LA MISERICORDIA INCOMPRENSIBE DE DIOS

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Nos encontramos en el contexto de la celebración litúrgica del cuarto domingo de Cuaresma, es por ello que consideramos propicio reflexionar acerca del texto de Lucas 15:1-3 y 13-23, que ha sido sugerido por el Calendario Litúrgico para hoy. En su narración en el Evangelio, Lucas nos presenta a Jesús como buen maestro y pedagogo, aplicando su acostumbrada estrategia de enseñar a través de parábolas, a fin de ayudar a una mayor comprensión del mensaje que quería trasmitir a quienes lo escuchaban. Por eso esta vez nos cuenta la parábola del “Hijo Pródigo”.

Esta es una parábola muy conocida por el pueblo cristiano y mediante la cual, es posible resaltar el amor, la gracia y la misericordia de Dios manifestada hacia las pecadoras y los pecadores. Jesús en otro momento lo había afirmado “Yo no he venido a buscar justos sino a pecadores, no he venido a buscar a las personas sanas sino a las enfermas” y siendo coherente en su accionar con lo que enseñaba, se hacía presente en donde quiera existiera una necesidad lo cual, nos permite rescatar del mensaje de la parábola que Dios espera que reconozcamos nuestra condición de pecadoras y de pecadores, a que nos levantemos y acudamos a él tal como lo hizo el hijo que reconociendo su condición miserable, decide regresar a la casa de su padre.

¡Dios siempre está listo para redimirnos de nuestra miseria!

La actitud amorosa de Jesús, contrasta con la actitud de rechazo y excluyente de los fariseos, cuando lo critican y juzgan por comer con pecadores. Si nos detenemos en los detalles de la parábola, podemos observar que es la misma actitud de juicio y descalificación que asumió el hijo mayor contra su hermano menor, porque no había logrado entender la actitud misericordiosa de su padre. Tal vez pensó: ¿Por qué su padre premia a su hermano menor si se había portado tan mal? Lo que merecía era el desprecio y el rechazo. Jesús indirectamente quiere enseñarle a los Fariseos y a los Escribas que deben entender que ellos también son amados por Dios y que necesitan acudir a los brazos amorosos de Dios, que no son rechazados ni excluidos. En este mensaje está bien claro que “la mesa a la que Jesús nos invita es una mesa de fraternidad”.

Un elemento relevante que nos ofrece la parábola para nuestros días es la importancia de la reunificación familiar en la que todas y todos se reciben y aceptan mutuamente, acción que también debe suceder en nuestras comunidades de fe y en la sociedad que nos circunda. La acción amorosa del padre es lograr un espacio en el que ocurra un ganar-ganar, en el que nadie pierda. Sin embargo, aquí se presenta una contradicción y es que el hijo que se había ido ha regresado y el hijo que se quedó trabajando al lado del padre, ahora no quiere entrar a la casa para celebrar el regreso de su hermano, no lo acepta como parte de la familia, no le interesa un ganar-ganar, quiere que haya juicio y castigo. Es oportuno recordar la actitud de Jesús cuando dice: “Pero entre ustedes no sea así” y “Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti”.





Encontramos que el padre ama a sus dos hijos y, por ello, necesita reconciliarlos entre sí, ya que él como padre lo ha hecho. Quiere tenerlos de nuevo bajo el mismo techo, como hermanos. La diferencia es que mientras el hijo menor se levanta y toma la iniciativa de regresar con humildad y reconociendo sus faltas para poder entrar de nuevo en comunión con su padre, el hijo mayor se resiste a recibir a su hermano menor con la misma misericordia que el padre. Sin embargo, el padre no reprende a su hijo mayor, por el contrario, lo invita amorosamente a cambiar de actitud.

Al concluir esta reflexión, es importante resaltar que el amor y la misericordia también están disponibles para toda la humanidad, por eso, recordando palabras del Apóstol Pablo en 2ª Corintios 5: 16-21, se nos entrega una tarea apremiante: el Ministerio de conducir a las demás personas y a los pueblos a la Reconciliación con Dios. Asimismo, en la parábola Jesús nos instruye a no discriminar a nadie porque toda persona es sujeta del amor y de la misericordia de Dios. Por lo tanto, tenemos que asumir el reto como iglesia de trabajar por la unificación de la familia, que se ha visto muy afectada en los últimos tiempos debido a la pandemia y todo lo que ella ha significado.

¿Asumimos el reto? Entonces pidamos al Espíritu Santo que nos anime y fortalezca, para llevar adelante este Ministerio, ejercitando un amor eficaz como aquel padre misericordioso de la parábola “El Hijo Pródigo”.


Rvda. María Jiménez de Ramírez

Pastora Iglesia Príncipe de Paz-Caracas

Domingo 27-03-2022

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