(Juan 5:1-9)
En esta oportunidad se nos presenta un hombre con muchas calamidades, un individuo que al parecer ha perdido toda esperanza. Pero le ocurre algo maravilloso. Un encuentro cara a cara con el Señor de la Vida. El texto comienza narrando que hay un ambiente de fiesta, se hacen los preparativos para una de las celebraciones anales del pueblo de Israel. Jesús regresa a Jerusalén luego de manifestar su poder en varios acontecimientos milagrosos, su fama ya había llegado hasta Samaria.
Pero al seguir leyendo la historia, se nos presenta otro panorama, uno muy triste. Habla de otro lugar donde no se respira alegría, ni aires de fiesta. Cerca de una de las entradas de la ciudad hay un estanque llamado Betesda el cual se encuentra colapsado por personas muy necesitadas, enfermas, sordas, ciegas y tullidas entre otros. Que yacen en el piso en espera de un milagro que consistía en lazarse primero al agua cuando esta sea removida y al instante el enfermo es sanado instantáneamente de cualquier enfermedad. Jesús entró a la ciudad justamente por esa puerta llamada de las Ovejas y observó aquel cuadro tan deprimente.
La mirada del Maestro fue dirigida directamente hacia un hombre paralítico por casi cuarenta años, que se encontraba acostado en el suelo. Que al ser interpelado por el Señor, le cuenta que está solo (quién sabe si abandonado), sin esperanzas de lograr su anhelada salud y ya sin ganas de luchar. El hombre presenta a Jesús una serie de obstáculos que no responden a la pregunta inicial: ¿Quieres recobrar la salud? La pregunta del Señor es clara y concisa que solo admitía un sí o un no por respuesta. Pero como pasa muchas veces, el ser humano se deja abrumar por las vicisitudes y cree que todo está perdido dejando de percibir la compañía del Dios de la Vida que de muchas maneras extiende sus manos para librarle de las ataduras que lo oprimen.
Aun cuando era día de reposo, para Jesús esta necesidad era prioridad y le ordena al hombre que se levante, que tome su lecho y que avance. El milagro fue hecho, Jesús mostró de nuevo su poder. Pero la persona también tenía que hacer su parte: un esfuerzo para levantarse y avanzar. Recobrar la fe en Dios, en sí mismo y salir de aquel lugar donde estuvo oprimido por tanto tiempo.
Hoy, el mensaje de este pasaje bíblico también es para nosotros que pasamos por situaciones difíciles similares. Jesús está pendiente de nosotros, nunca nos abandona y va a nuestro encuentro. De muchas maneras muestra su presencia y providencia en esos momentos no tan gratos. E igual que al paralítico nos pregunta: ¿Quieres ser sano, quieres salir de esa situación tan complicada y dolorosa? No estamos solos, tenemos quien se preocupa por nosotros y por nuestra familia. No respondamos con objeciones u otras preguntas. El Señor siempre llega a tiempo y está dispuesto a responder según su voluntad. Dios cumple sus promesas: “Yo estoy con ustedes siempre, hasta más allá de la misma muerte”. Con determinación respondamos: “SÍ SEÑOR, QUIERO SER SANADO(A), estoy dispuesto(a) a hacer lo que me corresponda y avanzar hacia adelante siempre de tus manos. Amén.
ML Carlos Blanco
Pr. de la IPEBP Guatire
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