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Jesús es la Vid verdadera, nosotros/as las ramas, y el Padre es el cuidador- Juan 15:1-8

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Actualizado: 4 may 2021





Para poner en contexto, es importante mencionar, por un lado, que el Evangelio de Juan es el único catalogado como “Evangelio Teológico”, por lo que podemos asimilarlo como el más discursivo si lo comparamos con los otros 3 (considerados sinópticos); es por eso que, por ejemplo, en los capítulos 13 al 17 (5 en total) encontramos los hechos y discursos de la noche del conocido por nosotros/as “Jueves Santo”.


En el capítulo 13 encontramos la “Última Cena, lavatorio de los pies, anuncio de la traición de Judas, Nuevo Mandamiento, y anuncio de negación de Pedro”; en los capítulos 14 al 16, el último discurso de Jesús antes de la Cruz; y el capítulo 17, la sentida oración de Jesús por sus discípulos, justo antes de su arresto en el Huerto de Los Olivos, narrado al inicio del capítulo 18. Ubicándonos en este contexto, podemos entender con mayor cercanía y pertinencia, aquellas palabras de Jesús esa noche, en estrecha intimidad con sus más cercanos/as.


Estos ocho (8) versículos que corresponden para hoy, no son, ni una narrativa, ni una parábola, sino más bien un ejemplo con sentido figurado, para mostrarnos cuán débiles y dependientes somos, aun estando cerca de Jesús; es decir, nuestra fortaleza y sustento es Jesús mismo y no nuestras propias fuerzas o acciones. Fijémonos que el discurso es dirigido a los más cercanos a Jesús, y la figura de las ramas son esos mismos íntimos de Jesús, y sin embargo, si estos se llegasen a separar de Jesús: se secan, dejan de dar frutos, y serán tratados como las ramas secas que son amontonadas y echadas al fuego, es decir, que son desechadas.


Aunque en este texto, no se habla de la savia que recorre el interior de la plantas, hoy día sabemos que es esta sustancia la que, no sólo alimenta las ramas, hojas y frutos, sino que ayuda a restaurar la planta cuando ha sido maltratada o dañada; si una rama es cortada (separada) del árbol, inmediatamente deja de recibir la savia que da la vida y que genera la producción de frutos.


Podemos comparar “La Savia” con muchas cosas o personas para enriquecer la ilustración, pero la reflexión de hoy redunda en preguntarnos a nosotros/as mismos/as: ¿Cómo está nuestra intimidad con Jesús? ¿Estoy produciendo frutos? Y si no, ¿Qué me ha rasgado (como rama) que no me permite recibir completamente la savia de Cristo? Sabemos que Dios quien es el cuidador, en ese caso tendría que podarnos y limpiarnos como ramas para restaurarnos, y así volver a recibir a plenitud la savia de Cristo y producir los buenos frutos que fuimos destinados a producir desde el principio de los tiempos (Efesios 2:10).


Se ha dicho anteriormente, “no basta con serlo, hay que parecerlo”. Dios quiera que no solo seamos ramas, sino que nos veamos verdes y llenas de frutos, consecuencia de estar adheridos a la Planta que es Jesús; que conservemos nuestra intimidad con Dios, y que seamos siempre de bendición para nuestro prójimo.


Que el Señor de la Vida nos bendiga siempre.


M.L. Nyeser Gómez

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