El texto de este domingo (Juan 3:1-17) nos presenta una serie de antagonismos (viejo-nuevo, carne- espíritu, perdición-vida eterna, condena-salvación, terrenal-celestial) que sirven de marco para el versículo más conocido de la Biblia (Juan 3:16), mismo que resume el mensaje central del evangelio: las buenas noticias de salvación.
Esta buena noticia es tal en tanto no amerita acción humana, es por gracia (Romanos 4:16) que se accede a esa salvación. Atrás quedaba la larga lista de mandamientos y preceptos añadidos por los maestros de la ley (representados en Nicodemo). Es por fe (como respuesta a la acción divina) que Abraham se pone en marcha (Génesis 12: 1-4), ya en el ocaso de su vida, sin saber a dónde se dirigía, abandonando su tierra y sus creencias, solo creyendo en la promesa que Dios le había hecho.
El nuevo nacimiento se presenta como requisito de entrada al Reino de Dios. Esta nueva realidad cuesta ser comprendida, (aun por un maestro de la ley). Se plantea el contraste: nacer de nuevo es nacer de lo alto, del espíritu, en oposición a lo terreno, a la carne (lo humano). El resultado de esta nueva realidad (nacer de lo alto), resulta en una nueva criatura, un ser humano distinto: el CRISTIANO. Uno que se compromete en vivir de acuerdo a los valores del Reino.
Partiendo del ejemplo de Jesús, pero también de otros creyentes (como dijera Pablo: imítenme a mí, así como yo imito a Cristo), el cristiano está llamado a un nuevo hacer. En medio de la mentira decir la verdad, rodeado de hipocresía ser transparente. En palabras de Jesús: ser sal y luz de la tierra.
Rev. Wilfredo Peña
Comments