Entre las lecturas propuestas por el calendario litúrgico, para este domingo tres de mayo, encontramos el Salmo 23 y el Evangelio de Juan 10:1-10, pasajes en los cuales descubrimos características que, nos facilitan establecer la diferencia entre el falso pastor y el Buen Pastor.
La historia de la humanidad ha estado marcada por las acciones de buenos y de malos líderes. Ya sean estos, religiosos o políticos. Esta realidad ha sido una constante tanto en el ámbito social como al interior de los diversos grupos religiosos.
Hoy, en tiempos del COVID-19 hemos podido observar que han salido a relucir aspectos del ser humano entre los cuales pudiésemos clasificar a algunos como positivos y a otros como negativos. Por ejemplo: la solidaridad y el egoísmo; el autocuidado de la salud y la no valoración de la vida; el dar prioridad al ser humano (a la creación de manera integral) y el favoritismo por los bienes y riquezas materiales. Es en este contexto que el Evangelio de Juan 10:1-10, coloca de manifiesto algunos elementos que nos permiten evaluarnos en nuestras funciones de liderazgo de la Iglesia, así como también, evaluar a quienes ejercen cargos políticos en su función de guías de los destinos de los pueblos.
En el A.T. a los líderes religiosos y políticos se les denominaba “pastores del pueblo”. En Jeremías 23:1, encontramos al profeta denunciando a los malos líderes de su época cuando dice: “¡Ay de los pastores que dejan que mis ovejas se pierdan y se dispersen!” (DHH). Todo esto en contraste con lo expresado en el Salmo 23 cuando se nos presenta a Dios, como el Buen Pastor que conoce, cuida, provee, protege, acompaña y guía a su pueblo.
Para una mejor comprensión de Juan 10:1-10 se hace necesario tener en cuenta la relación que se establece con el capítulo inmediatamente anterior (capítulo 9), en donde se nos narra el momento en que Jesús cura a un ciego de nacimiento. En este texto podemos ver que los líderes religiosos, ciegos espirituales, no son capaces de reconocer la acción salvífica de Dios, mediante la acción sanadora realizada por Jesús de Nazaret. Tampoco pueden identificar a Jesús como el Mesías. Por el contrario, procuraban sorprender a Jesús en alguna una falta, para poder acusarlo y condenarlo. Ellos, al no tener la complicidad del que había sido ciego, para darle soporte a su persecución, lo expulsan del templo. Ellos actúan como falsos, como malos líderes y pastores del pueblo.
Juan en su narración contrarresta esta falsa imagen de pastor al describir quién es Jesús, resaltando algunas de sus características como el Buen Pastor que da su vida por las ovejas:
1. El buen pastor entra por la puerta del redil en donde se encuentran las ovejas. No salta el muro, no busca atajos, no entra a escondidas. El Buen Pastor es honesto, tiene clara consciencia de su identidad y de su función.
2. Cuida las ovejas. El Buen Pastor es responsable, sabe cuáles son las necesidades de sus ovejas y busca satisfacerlas en cada una de ellas.
3. Las llama por su nombre y ellas lo conocen, lo cual, deja ver claramente la calidad de su intimidad y cercanía con ellas. Es importante tener en cuenta que, al colocarle nombre a las personas, a las cosas y a los animales, se les proporciona una identidad y se les da la preponderancia requerida.
4. Camina delante de ellas y ellas lo siguen. El Buen Pastor es líder y les genera confianza en cualquier momento y circunstancia. Para el Buen Pastor, las ovejas son más que un bien material. Por lo tanto, procura para ellas lo mejor, procura para ellas su bienestar integral.
En los versículos del 7 al 10, Juan amplía las definiciones acerca de quién es Jesús:
1. “Yo soy la puerta de entrada”. Esta frase nos remite en el Antiguo Testamento (al libro de Éxodo capítulo 3, versículo 14) cuando Dios se identifica ante Moisés como el gran “Yo soy”. Y acá en el Evangelio, Juan le está legitimando la identidad a Jesús, aunque más ampliada cuando presenta a Jesús diciendo de sí mismo: “Yo soy el Pan de vida”, “Yo soy la luz del mundo”, Yo soy el hijo de Dios, “Yo soy la resurrección y la vida”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, “Yo soy la vid verdadera”.
2. Jesús es la puerta de salvación. Él es el camino por el cual hay que transitar para llegar al Padre. “Para que todo aquel que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
3. “Yo he venido para que tengan vida en abundancia”. Resalta el propósito final de Jesús: Él vino para darnos vida abundante, lo cual no significa “tener” cosas, ni riquezas materiales para poder “ser” y sentir que se está en abundancia. Él vino para que tengamos lo “suficiente”. Tal como lo enseña la Teología Reformada, para que tengamos una vida digna y placentera. Su oferta es de una vida tan abundante, que trasciende para vida eterna.
Para concluir esta reflexión podríamos preguntarnos, ¿cuál es la Iglesia que queremos ser? Y así mismo afirmar “La iglesia que queremos ser, es aquella que cuando se cuente su historia se parezca a la de Jesús”. ¿A quién nos parecemos? ¿Estamos siguiendo el modelo de liderazgo pastoral de Jesús El Buen Pastor o, seguimos otros modelos personalistas que se aprovechan de sus ovejas y después las abandonan? La Palabra es radical y pudiéramos afirmar sobre estos últimos que: a esos no los sigan porque “son ladrones y bandidos” (10:1 DHH).
Al inicio de esta reflexión, mencionamos que los textos contienen algunos indicadores que, nos permiten evaluarnos en nuestras diferentes funciones de liderazgo (pastoras, pastores, presbíteras, presbíteros, diaconisas, diáconos, entre otras), también nos ofrecen la posibilidad de evaluar a quienes ejercen funciones políticas en los pueblos del mundo, como sus líderes y pastores.
Si hiciéramos una encuesta a nuestras comunidades en general de cómo quieren que sean sus líderes, seguramente exigirían que tuviesen los mismos atributos de Jesús: honestidad, responsabilidad, cercanía, liderazgo, confianza, entre otros. En nuestras comunidades de fe, también demandarían la legitimidad del Llamamiento, Vocación, Conocimiento de la Palabra y la Llenura del Espíritu Santo. Querrían ver en su liderazgo el compromiso y el esfuerzo de darles alimento espiritual y acompañamiento, para que como comunidad sus necesidades sean atendidas y suplidas de manera integral.
Hoy, en medio de la crisis mundial que vivimos a causa del COVID-19, encontramos que se han levantado muchas voces tanto dentro, como fuera de la iglesia cristiana. Es en esta circunstancia que, el don del discernimiento debe ayudarnos a diferenciar cuando una voz es legítima y, corresponde a la verdad. Hay noticias oficiales que nos muestran la estadística real de lo que sucede. Otras voces se esfuerzan por sembrar el pánico y el miedo. Hay informes científicos que nos previenen de cómo cuidar nuestra salud mientras otros, jugando a ser expertos en la materia, nos confunden. Es frecuente escuchar mensajes que son expresados como profecías en nombre de Dios y, supuestamente, respaldados por la Palabra. Claramente observamos, que no son más que una gran manipulación de la fe.
En estos días escuchaba una conferencia virtual sobre la importancia del discernimiento, ofrecida por el teólogo y pastor Harold Segura. En donde él hacía un llamado de atención sobre la actitud de las ovejas en el relato de Juan 10:1.10 enfatizando que, “las ovejas escuchan y distinguen la voz de su Buen Pastor entre otras voces y, lo siguen”. Por lo tanto, es el momento propicio para discernir la voluntad de Dios, conociendo las verdaderas causas de esta pandemia y las razones por las cuales en muchos países no se le ha dado el valor que verdaderamente tiene a la vida humana, frente a otras prioridades. La naturaleza nos pide a gritos un cambio en el sistema de vida consumista y depredador que hemos llevado.
Este es un tiempo oportuno para que, en nuestra condición de ovejas, asumamos la exigencia del Evangelio de aprender a discernir, a identificar la voz del Buen Pastor y a escucharla, para que lo sigamos sin miedo a equivocarnos de camino y de perdernos. De la misma manera, es tiempo oportuno para testificar que nuestra dependencia y esperanza se afirma en el cuidado, en la guía y protección de Jesucristo nuestro Buen Pastor. Por lo tanto, no tenemos temor alguno.
Rvda. María Jiménez de Ramírez
Pastora Iglesia Príncipe de Paz
3 de mayo de 2020
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