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EL PRINCIPIO ES LA JUSTICIA

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Lucas 6:27-38


El Evangelio para este domingo, continúa presentándonos elementos que son esenciales para que la iglesia pueda cumplir la Misión a la que ha sido enviada, en medio de situaciones que exigen acciones que marquen significativamente la diferencia entre quienes siguen a Jesús como sus discípulas y sus discípulos asumiendo el amor como estilo de vida y aquellas personas, que actúan simplemente por cumplir las tradiciones. Lucas nos presenta a Jesús después de haber expresado las Bienaventuranzas como bendición y también los ¡Ay! como sentencias, hablándole a “los que oyen”, es decir, a quienes le siguen, para comunicarles un mensaje pertinente para aquel momento y también de gran pertinencia para nuestros días.


Hoy seguimos viviendo bajo la Ley del Talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. Nos encontramos en medio de expresiones y acciones de descalificación, egoísmo, envidia, odio, inseguridad, violencia, ventajismo, insensibilidad, entre otras, que se contraponen a la esencia del Evangelio que ha sido manifestado por medio de Jesús de Nazaret y que se traduce, en amar al prójimo como a sí mismo.


En nuestra cotidianidad, las relaciones interpersonales se han ido afianzando en la relación de compensación es decir, tratar bien a los que bien nos tratan, si tienen para darnos entonces damos, cuál es nuestro beneficio personal en lo que hacemos por otras personas. Para Jesús estas acciones viniendo de sus seguidoras y seguidores, no tienen nada de extraordinarias, debido a que quienes no son sus discípulos hacen lo mismo. Lo que Jesús exigió en ese momento y continúa exigiéndolo en este momento, es hacer “con los demás como queremos que los demás hagan con nosotros”. De esta manera, todo lo que se haga serán acciones de justicia mediante las cuales se dignifica a la otra y al otro.


Como Comunidad de Fe seguidora de Jesús de Nazaret, el Cristo, nuestra tarea y esfuerzo consiste en concebir y aplicar estrategias por medio de las cuales se manifieste permanentemente el amor y la misericordia de Dios que hemos recibido y que por lo tanto, tenemos que compartir aún con aquellas personas que nos adversan o que podemos considerar como nuestras enemigas. Los ejemplos que Jesús nos da en el Evangelio de Lucas tales como “Si alguno te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Si alguien te quita la capa, déjale que se lleve también la túnica, A todo el que te pida, dale; y a quien se lleve lo que es tuyo, no le pidas que te lo devuelva” (RVC), ilustran la mayor dimensión del amor que lo hace eficaz. Se trata de acciones concretas y poderosas, no se trata de muestras de afectos y cariños momentáneos hacia quienes nos maltratan y nos hacen daño. Se trata de buscar el bienestar de esas personas procurando que su vida y sus actitudes sean transformadas. Sabemos que no es una tarea fácil porque va en contra del sentido común y de auto conservación para lo cual, se hace necesario asumir un proceso diario de conversión a Jesús de Nazaret, que lo hace posible el equipamiento que nos provee el Espíritu Santo.


Asumir el estilo de vida y de acciones que Jesús nos propone, podría parecer un acto de debilidad frente al odio y a la violencia, pero Jesús lo ofrece como un estilo de vida con poder transformador. Así lo demostró en la cruz, cuando no maldijo a sus enemigos, sino que oró por su perdón. Es por ello que debemos reconocer que en las actuales circunstancias en las que vivimos como pueblo venezolano, en donde el odio, el rencor, la enemistad, el constante maldecir, en donde en vez de amar se procura eliminar al adversario, nos hacen daño porque se nos envenena el alma y nos conduce a una permanente guerra. En cambio, el amar al enemigo nos libera a nosotros mismos y también libera a nuestros enemigos.


Podemos concluir esta reflexión afirmando que solo amando de manera eficaz es posible valorar las diferencias como fortalezas que nos enriquecen, valorar a las otras personas como nos valoramos a nosotras mismas y a nosotros mismos. De esta manera, estaremos construyendo y viviendo la paz tan anhelada. Esta es la tarea primordial de la Iglesia de Cristo hoy.


Rvda. María Jiménez de Ramírez

Pastora Iglesia Príncipe de Paz- Caracas





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