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El areópago o la normalidad

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

La escena de Pablo en el areópago es una de mis historias favoritas del Nuevo Testamento. No sólo por el discurso de Pablo, el cual está cargado de significado, sino también por los elementos pragmáticos que componen la escena. Ha recorrido Pablo la ciudad, se ha sumergido en la cultura, en las creencias y ahora está frente a un grupo de mujeres y hombres (aunque se dirige a hombres, al final una mujer es visibilizada), están a la espera de escuchar las cosas nuevas, están sedientos de un nuevo conocimiento.

Pablo aprovecha la coyuntura sincrética, multicultural e intelectual para abrir camino al mensaje que tiene, es una de las pocas veces que se dirigiría a una comunidad gentil en su totalidad. Pablo se posiciona y habla desde la visión ateniense, se aprovecha de la figura del ya bautizado “Dios no conocido” para presentar a un creador de todas las cosas, añade a su discurso máximas filosóficas para sustentar sus argumentos, presentando una identidad que nos habilita (da vida y aliento), a una figura que designa el orden natural y que vive fuera de construcciones humanas. Nada nuevo para los atenienses, Pablo señala la idolatría, llama al arrepentimiento, pero no puede terminar su discurso sin incorporar lo verdaderamente novedoso: por medio de un hombre que resucitó seremos juzgados. Eso no está en la agenda del areópago, Pablo trae a discusión la resurrección y no la cruz, divinidad y no materialidad, espiritualidad y no religiosidad.

Esta escena que protagoniza Pablo debe hacernos ver el rumbo de nuestro accionar cristiano hoy. Muchos en sus casas hoy esperan “la normalidad”, para volver al templo y reunirse siendo “normales”, pero cuándo estará en nuestros planes comenzar la “anormalidad” y dejar las construcciones hechas por hombres para irnos a vivir el evangelio del resucitado. El contexto de la predicación de Pablo es muy parecido al contexto que vivimos hoy, multicultural, sincrético, abundante en filosofía y conocimiento, abundante en discernimiento, en espera de un mensaje nuevo ¿vamos a responder como Pablo lo hizo en la plaza pública y posicionados en la realidad de la audiencia? ¿Vamos a dejar nuestros ya conocidos y repetitivos discursos para sumergirnos en el discurso de la otredad? ¿Vamos a arriesgarnos a ir al “diferente”? ¿Vamos a dar lugar al debate de las ideas? ¿Vamos a encontrarnos en las diferencias? Si no estamos dispuestos aún, sigamos en la espera de la anhelada normalidad.

Pbro. Julio César González

Caracas, Venezuela




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