El evangelio del domingo pasado nos deja a Jesús como el Mesías, el Salvador de Israel. Los seguidores de Jesús tenían la certeza de que el mesías sería el gobernante que vendría a regir con autoridad, con justicia y que daría de nuevo a Israel la soberanía perdida más de 500 años atrás.
Es en ese contexto de: poder, autoridad, dominio, que Jesús da un giro a su discurso y dice que él debe “sufrir muchas cosas a manos de los líderes religiosos”. Si el sufrimiento se ha presentado en las escrituras como consecuencia del pecado., de la caída; como es que el Mesías, el Redentor tiene que someterse a tal condición?. Pedro de manera magistral, responde a ese absurdo con las palabras: ¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás!.
Aunque el análisis y conclusión de Pedro son acertados, no son los correctos. Su aproximación a la realidad es terrena, lógica, busca como fin último so sólo resguardar la integridad de Jesús sino la continuidad en el tiempo de ese proyecto libertario que comienzan a ver encarnado en el carpintero de Nazareth. La “iluminación” que lo lleva a declarar que Jesús es el mesías no le alcanza para entender la dimensión divina de esa realidad. Por eso Jesús le increpa: “no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. Incluso ese intento de salvaguardar la integridad del maestro es vista como de procedencia maligna, ya que pretende desviarlo de su proyecto salvífico.
Luego Jesús se dirige a los discípulos: “Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”. Esta sentencia viene a ser una especie de tamiz donde se separan los seguidores y los discípulos. De acá en adelante, el camino se estrecha, las dificultades estarán a la orden del día, el sufrimiento tocará a la puerta. El discipulado implica sacrificio, el tomar la cruz es la condición previa que lleva a rechazar todo aquello que les desvía del propósito de seguir a Jesús.
A fin de cuenta, el llamado que Jesús hace implica poner en riesgo la propia vida, pero esa posible pérdida terminaría resultando en ganancia. “el que pierda su vida por mi causa, la encontrará” Esta aparente contradicción no es nueva en el discurso de Jesús, ya le habían oído decir: el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros. Algunas reflexiones para nosotros hoy día:
1.El sufrimiento forma parte de la vida y no debemos pretender que no nos alcance en ciertos momentos de nuestra vida.
2.Estamos llamados a descubrir el fin último del sufrimiento y vivirlo con entereza
3.Descubrir el “para que” y no quedarnos en el “por que”
4.Valorar en su justa dimensión el sentido de la vida
Rev. Wilfredo Peña
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