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VICTORIA EN MEDIO DE LAS TENTACIONES

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

MATEO 4:1-11


El autor de la Carta a los Hebreos señala que "Cuando Cristo vivía en este mundo, con gran clamor y lágrimas ofreció ruegos y súplicas al que lo podía librar de la muerte, y fue escuchado por su temor reverente. Aunque era Hijo, aprendió a obedecer mediante el sufrimiento" (Hebreos 5:7,8 RVC). Podemos pensar que este aprendizaje no ocurrió únicamente en los momentos previos a su suplicio en El Calvario, sino que correspondió a lo largo de su tránsito en este mundo. Nuestro Señor fue sometido a las pruebas de obediencia y sometimiento a Quien lo envió, y de esa manera resultó aprobado para su ministerio redentor y reconciliador.



Mateo en su evangelio narra un acontecimiento de esta naturaleza, previo a su pública y abierta predicación acerca del Reino de Dios. Dice que Jesús, el Cristo, estaba en el desierto. Allí fue tentado por el diablo, con el fin de trastornar el objetivo de su misión en el mundo. Las profecías señalaban al Mesías como el Siervo sufriente, cumplidor del proyecto del Dios verdadero. Pero el diablo quiso envolverlo a través de ofertas que le evitarían convertirse en "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29).


Al considerar en el relato de qué se trataban tales ofrecimientos, nos encontramos con tres propuestas: (1) Que ejerciera su poder, de manera que no tuviera que pasar por necesidades (Mt. 4:3,4). En respuesta, Jesús argumentó que el sustento de su vida no era únicamente el pan material sino el alimento espiritual que provenía de Dios. (2) Que mostrara a los ojos de todos como Dios estaba listo para salir en su ayuda, aunque se lanzara de lo alto de un edificio. De esa manera conseguiría adeptos maravillados (Mt. 4:5-7). Sin embargo, Jesús ripostó que el cuidado divino no da pie a actuar en desafío a las demandas de un comportamiento responsable. (3) Por último, el diablo se presenta como el dueño de los poderes y los bienes del mundo, listo para entregarlos a Él, siempre y cuando Jesús se arrodille delante de él y lo adore (Mt.4:8-10). A lo cual Jesús, de modo tajante, le sentenció que solo a Dios hay que adorar y servir.


En este episodio Jesús se revela como el modelo a seguir, en lo que se refiere a una dependencia absoluta a la voluntad, propósitos y providencia de Dios. Jesús tiene una clara conciencia del plan que tiene el Padre para con Él, y no sucumbe a las tentaciones. Estas pudieran ser descritas como la tentación del poder, la tentación de la fama y la tentación de las posesiones. De manera que ni la tentación del poder, ni la de la fama, ni la de las posesiones lograron desviar al Hijo de Dios de su llamado y su misión.


Igualmente, las y los discípulos de Jesús hemos sido llamados a seguirle en términos absolutos. Se supone que estamos dispuestos a someternos a su señorío. Él nos propone el camino del sometimiento a las demandas del Reino, como también al beneficio de sus bendiciones eternas. De manera que, como sucedió con Él, del mismo modo, las mujeres y hombres que siguen a Jesús serán tentados a sucumbir a cualquiera de estas seducciones, que bien pudiéramos señalar como la tríada de donde surge toda clase de tentación que podamos conocer. Vamos a responder a ello en los mismos términos que apreciamos en nuestro Maestro, Señor y Salvador. Para que eso pueda darse de manera exitosa, nuestro deleite debe ser conocer y amar al Padre y someternos, con todo agrado, a obedecer su bendita y soberana voluntad. Sin duda, esto implica alguna forma de sufrimiento, en el sentido de que marcharemos contra la corriente de los sistemas de este mundo, y eso es duro. Pero este "dolor" no será comparable con el placer de encontrarnos obedeciendo a nuestro Dios y Padre. De Él vendrá el debido galardón.


A Dios sea la gloria.


Rev. Valmore Amarís


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