Mateo 11: 25-30
Jesús, psicólogo divino
I. Nuestra condición humana—somos angustiosos—vivimos bajo un estrés terrible, en el trabajo, muchas veces en el hogar, en el taller, en la escuela, en el liceo, en la universidad. Nos atemorizan las enfermedades, una pandemia, la realidad de la muerte. Nuestra época ha sido denominada la edad de la ansiedad. Y por nuestros propios esfuerzos no encontramos descanso. Muchos caen en el vicio del alcohol, buscando alivio para el vacío espiritual, otros se hacen drogadictos. Muchos creen que una vida de placeres, o la búsqueda de riquezas a toda costa, o andar de fiesta en fiesta llenarán el vacío espiritual que deja un enorme hueco en el alma. Nos dicen los médicos, los psicólogos y los psiquiatras que nuestra mente estresada y sin meta ni rumbo es la causa de la mayoría de nuestras enfermedades.
II. Pero Jesús no sólo es el médico divino sino también es el psicólogo divino y conoce nuestra condición humana a la perfección y, es nuestro consuelo y paz en medio de las tribulaciones. Pronuncia Jesús, en el evangelio de hoy palabras consoladoras que ningún psicólogo o psiquiatra pueden pronunciar. Hace un llamamiento que es un bálsamo para el espíritu humano: “venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”. Si los seres humanos creyeran en estas hermosas palabras habría de veras salud mental y espiritual. Sólo el Hijo de Dios puede hacernos descansar y puede restaurar nuestro espíritu y todo nuestro ser. ¿Quién de nosotros está libre de trabajos y cargas en la vida? ¿A quién de nosotros no nos llegan momentos de sufrimiento, de dolor, de angustia bajo terrible estrés? Por eso el llamado de Jesús es para todos.
III. Y no se trata de una relación etérea y en el aire. NO. Se trata de un vínculo que involucra todo nuestro ser, concreto, unidad indisoluble de cuerpo y espíritu, que implica llevar sobre nosotros el yugo de Jesús, que en palabras suyas, es un yugo fácil y ligera su carga. También nos insta el psicólogo divino a que aprendamos de él, que es manso y humilde de corazón, porque sólo así hallaremos descanso para nuestras almas. Si nuestra actitud es orgullosa, prepotente, le cerraremos la puerta a nuestro psicólogo divino. Vayamos a él los que estemos trabajados y cargados y él nos hará descansar. AMÉN.
Rev. Edgar Moros Ruano, Ankara
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