San Lucas 3: 7 al 18.
"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento". (San Lucas 3:8).
Juan el Bautista andaba predicando y bautizando por los caminos de Palestina, la gente llegaba a bautizarse en el rito de arrepentimiento que el anunciaba en sus predicaciones para preparar el camino del Señor.
La gente traía sus interrogantes, sus dudas, temores y burlas, eran tiempos difíciles de ocupación, persecución y guerra.
Él, cómo todo profeta, hacia uso de la palabra punzante y directa contra las actitudes de aquella multitud que se le acercaba con la convicción que eran gente con beneficios religiosos y espirituales por ser hijos de Abraham como garantía de pureza y superioridad racial, a ellos les llamó generación de víboras y les comparó con serpientes que huyen del fuego justiciero de Dios que tenían merecido.
Les exige a hacer frutos dignos de arrepentimiento, llamándoles a la conversión verdadera, y ese llamado recae también sobre mucha gente en nuestras Iglesias actualmente que creen que son mejores porque supuestamente tienen un linaje especial y creen que eso permite que estén por sobre toda norma y procedimientos.
Con voz profética les dice que el hacha, señal escatológica de castigo divino, está apuntando a la raíz de sus linajes y pretensiones, porque la carencia de buenos frutos es señal de su fracaso y poco rendimiento espiritual.
Juan llama a la gente que dice creer, les requiere vivir la conversión sincera y la fe desde la perspectiva de la bondad y el amor al prójimo, compartiendo todo. La solidaridad es la señal más visible y auténtica de toda comunidad de fe verdadera. Este llamado todavía está vigente para nosotros y nosotras hoy, fuimos llamados a hacer una opción por los pobres, por la gente más débil, socialmente hablando.
A publicanos o cobradores de impuestos para el imperio, les ordena no explotar al pueblo con los impuestos exigiendo más de lo que la gente puede dar, especialmente los pobres.
Los soldados que se acercaron a Juan, quizás en tono de burla, le preguntan que había para ellos en sus enseñanzas, Juan responde, sabiendo el riesgo de su respuesta,
que no extorsionen a la gente, y que no levanten acusaciones falsas contra nadie y que se conformen con sus pagas y no se dejen sobornar por nadie, que sean conformes con su paga.
¿Qué del Cristo? Juan reconoce su posición en el Plan de la Salvación, reconociendo su pequeñez y la grandeza de Jesús como Mesías poderoso que viene a darnos un bautismo distinto de Espíritu Santo y Fuego, que debemos interpretar como de pertenencia y compromiso.
Señala que frente al Cristo que el anuncia somos tan sólo siervos y siervas llamados al arrepentimiento, al verdadero cambio, reconociendo la Soberanía de Dios en nuestras vidas.
Dios tiene también una respuesta para cada uno de nosotros y nosotras hoy.
Rev. Obed Juan Vizcaíno Nájera
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