top of page

SEMANA SANTA ES TAMBIÉN UN RECORDATORIO DE NUESTRO MODELO DE VIDA

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

"5 Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, 6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre"

Filipenses 2:5-11  (RVC)


Rvdo. Valmore Amarís





"Sin duda alguna, el gran misterio de nuestra fe es el siguiente: Cristo fue revelado en un cuerpo humano y vindicado por el Espíritu. Fue visto por ángeles y anunciado a las naciones. Fue creído en todo el mundo y llevado al cielo en gloria" (1 Tim. 3:16. NTV). El apóstol Pablo echa mano de esta afirmación, del cual hay quien piensa que, junto a Filipenses 2:6-11 y Colosenses 1:15-20, con probabilidad formaba parte de un himno cristológico de la iglesia primitiva (Gary Shogren, "Razón de la esperanza"), para expresar de manera compendiada la maravilla de la presencia de "Dios con nosotros" en el mundo y la historia de la humanidad. Presencia que, según las Escrituras Bíblicas, tuvo como propósito revelar el amor del Creador por su mundo creado, convertirse en su Redentor y constituirse en Señor por sobre todo cuanto existe.

 

El acontecimiento más trascendental, más solemne y más portentoso en el devenir de la humanidad es la irrupción del Hijo de Dios como uno de nosotros. Lo hizo en forma de un humilde siervo, que un profeta llamó "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn.1:29). Esto es, un siervo sufriente sobre el cual recayó el castigo que demandaba la justicia del Dios Santo que el pueblo descendiente de Abraham, Isaac y Jacob adoraba.

 

Ahora que, una vez más, estamos a la puerta de recordar los hechos de la pasión, muerte y resurrección del Salvador del mundo, Jesús, el Cristo de Dios, en la llamada Semana Santa, me gustaría también que recordáramos las implicaciones que tiene, para el pueblo creyente, la humillación y la exaltación de Cristo Jesús, desde el punto de vista de nuestra disposición a una vida de entrega, en amor.

 

El portentoso pasaje que nos ocupa, el cual encontramos en la carta escrita por Pablo a los de la iglesia en Filipos, nos retrata los pasos recorridos por el Hijo de Dios en su encarnación y glorificación:

 

(1) Al hacer presencia en el mundo "se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres" (v.7), a pesar que que era igual a Dios (v.6). Dicho de otro modo: se "rebajó" a ser un humano sometido a la voluntad del que lo envió.

 

(2) Más allá de esto, "estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (v.8). Esto nos habla de que asumió la muerte como un acto de suprema entrega por la causa de la condición humana. La máxima expresión de amor posible.

 

(3) Gracias al sacrificio del Cristo de Dios para salvar la humanidad, satisfaciendo así la perfecta justicia de Dios (convirtiéndose en el perfecto siervo de Dios), entonces "Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre" (v.9). He aquí la exaltación que siguió a su voluntaria humillación. Según el propósito divino, ese Nombre excelente le fue dado con el fin de

 

(4) "que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre" (vs.10,11). Es por esto que ahora amamos, alabamos, adoramos y servimos a Jesús, el Hijo de Dios, el Señor.

 

Más allá de esto, el texto nos señala que el Cristo de Dios se ha constituido en modelo de vida para los creyentes. Su humillación, su sometimiento absoluto a la voluntad de Dios Padre, su deleite en ser un siervo de Dios Altísimo, su total entrega para cumplir el propósito de Dios para su vida terrenal debe ser continuado ahora por nosotros, sus discípulas y discípulos. Y es por esto que el apóstol nos demanda que "haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús". La misma entrega, los mismos deseos, la misma pasión, el mismo amor por la causa del Reino de Dios es el deber ser de nuestra existencia en el aquí y ahora. Lo apunta en el contexto de una recomendación muy sentida para sus apreciados lectores: "No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando cada uno a los demás como superiores a sí mismo. No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también el de los demás" (Fil. 2:3,4).

 

En esta semana santa tengamos presente que el Siervo sufriente, el Cordero de Dios que vino a morir por los pecadores, se desprendió de toda su majestad para el beneficio de estos. Esto es, de nosotros los pecadores. Muchos de los pecadores, comprados a precio de la sangre derramada por el Cordero de Dios, ahora nos hemos apartado de la vida rendida al pecado y nos congregamos como pueblo y familia de Dios. Pues bien, siguiendo el modelo de Jesús, dediquémonos a hacer el bien a nuestros semejantes; mostrando ese mismo amor sacrificial, que eleva la condición humana y que redunda en la alabanza de la gloria de Dios. Hemos recibido un llamado de parte de Dios a ser sus imitadores. Jesús el Cristo nos llama a ser sus discípulas y discípulos. Imitar el amor de Cristo es imitar a Dios, en su amor. ¡Adelante, pues!

 

¡El Señor bendiga a su pueblo!

2 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


Iglesia Presbiteriana de Venezuela

Sínodo Nacional de la Iglesia Presbiteriana de Venezuela.

Calle Colegio Americano, Edificio de la Unidad Educativa Colegio Americano.

Altos de Las Minas, 1080. Baruta, Estado Miranda, Venezuela

Teléfono: 0212 944 53 26. Tel/Fax: (58 2) 943.35.29 y 945.08.08.

Correo electrónico: ipvsinodo@gmail.com

 

  • Icono social Instagram
  • Facebook Basic Black
  • Twitter Basic Black

© 2023 por Iglesia Presbiteriana de Venezuela. Creado con Wix.com

bottom of page