El texto del Evangelio que corresponde para esta semana, no podía ser más pertinente en relación a los acontecimientos que han sorprendido a toda la humanidad con la pandemia denominada Covid-19. Donde se presenta un elemento común que es esencial para la vida: EL AGUA.
Es un pasaje de la vida del Maestro un poco a típico, porque lo vemos en una actitud audaz, decidida y hasta suicida (me atrevería a decir). Con la intención de dar a entender al pueblo una más que realmente él es el MESÍAS esperado, sabiendo perfectamente que sus enemigos estaban al asecho para aprehenderle y terminar con su vida. Pero nada puede alterar el Plan de Dios, al Señor le faltaba poco para terminar su ministerio, para ser sacrificado y lo sabía perfectamente.
Los acontecimientos se llevan a cabo según la narración de Juan, en el templo en el ULTIMO Y GRAN DÍA de la celebración de una de las tres fiestas judías más importantes: La de los TABERNÁCULOS. Dice el evangelista en el verso (37) que cuando la fiesta estaba por terminar, Jesús se levantó y alzó la voz (¿grito?): “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. A esto me refiero cuando dije arriba que me parecía suicida esta acción del Señor. Jesús como buen judío conoce lo que se está celebrando y que al final de los ritos y ceremonias de ese día, el sumo sacerdote rociaba con agua el altar como señal profética de la presencia y protección de Dios con su pueblo desde su travesía por el desierto y por siempre.
El MAESTRO toma la figura del AGUA que para las culturas antiguas simbolizaba limpieza y purificación. Y de nuevo les confronta así como lo hizo con Nicodemo y con la mujer samaritana en el pozo. Jesús se presenta como la solución redentora esperada por todos, pero hasta el momento había sido menospreciado por la gran mayoría. Pareciera que Jesús les reprocha diciéndoles: “Vengan a mí uds. que dicen que me conocen con sus cultos, ritos y ceremonias anuales. Pero realmente no me conocen. Y no solo hace la comparación con el agua, sino que en el verso (38) les dice que si le prueban, si toman del agua divina que él solo puede dar, correrían por sus vidas RÍOS DE AGUA VIVA. Haciendo alusión a lo que sería la presencia del Espíritu Santo en la vida de todo aquel o aquella que le acepte como Señor y Salvador. Promesa que les haría más adelante en el cap. 14 y que sería cumplida de manera pública y visible en la fiesta de Pentecostés.
REFLEXIÓN: Jesús es la fuente de AGUA VIVA, que invita a todo sediento a tomar para calmar su sed espiritual y proveerle la salvación eterna. Ya no hace falta ritos ni sacrificios, solo la sangre de Jesús derramada en la cruz del Calvario nos limpia de todo pecado. Así como hoy en tiempos de PANDEMIA, el agua es vital para combatir al nuevo virus, en Cristo tenemos VIDA ABUNDANTE a través del Consolador.
ML Carlos Blanco
Iglesia Presbiteriana “El Buen Pastor”- Guatire
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