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QUINTO DOMINGO DE PASCUA



La figura de la Vid usada por Jesús es muy gráfica, ejemplifica la relación entre El y sus seguidores. Jesús es la Vid y los discípulos las ramas. Las ramas no pueden dar fruto de manera independiente. El Padre es el viñador, el que se encarga de limpiar, podar para que las ramas produzcan frutos en abundancia.


En el creyente, los frutos son consecuencia de estar unido a Jesús. En las enseñanzas de Jesús los frutos son la evidencia de la condición de bondad o maldad de una persona. "Por sus frutos los conocerán", el amor es el fruto por excelencia del cristiano, "si me aman obedezcan mis mandamientos". Amarse los unos a los otros se le oye decir vez tras vez al maestro de Nazareth, esa parece ser la única demanda al discípulo. Siglos después, San Agustín pronuncia la célebre expresión "ama y has lo que quieras".

El texto finaliza con una secuencia: ENSEÑANZA -FRUTO-DISCIPULO. Guardar (no sólo conocer) las enseñanzas de Jesús lleva a tener fruto, lo cuál es la manera de evidenciar la condición de discípulo. Debe haber una conexión entre la Teoría (Enseñanzas) y la Práctica (Frutos) . La consecuencia lógica de seguir fielmente las enseñanzas de Jesús es una vida llena de frutos. El apóstol Pablo al escribir su carta a los Galatas menciona las virtudes que componen lo que denomina Fruto del espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio).


Estamos llamados a llevar una vida que proclame (por nuestras acciones) la relación íntima con Dios, más que una serie de dogmas y creencias.


Rev. Wilfredo Peña

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