Lucas 9:51-62
El cristiano anda rodeado de tantas situaciones problemáticas, criticas, preocupaciones, que nos atrapan y nos vemos envuelto en la atracción de desviar la mirada hacia lo que NO es importante o lo que NO nos trae beneficios a nuestras vidas y entorno.
Quiero contarte un cuento que quizás lo has escuchado, pero que nos puede dar una pista de donde debemos enfocarnos para obtener beneficios al seguir a Cristo Jesús y no sacar tantas excusas, que muchas veces ni nosotros mismos no las creemos para agradecer a Dios sus cuidados y provisión, cuando nos invitan a reunirnos para tener espacios juntos, bien sea en la iglesia, célula de oración, estudios de la palabra, etc.
Cuentan que un rey muy rico de la India, tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales y hombre de profunda religiosidad, cosa un tanto inusual para un personaje de su categoría
Ante esta situación y movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos que caracterizaban a la nobleza de su tiempo
Inmediatamente después de los saludos que la etiqueta y cortesía exigen, el hombre preguntó: — Majestad, ¿cuál es su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza? El Rey le dijo:
— Te lo revelaré, si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré. Al término del paseo, el Rey le preguntó:
¿Qué piensas de mis riquezas? La persona respondió:
No vi nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara. El rey le dijo: — Ese es mi secreto. Estoy tan ocupado y enfocado tratando de avivar mi llama interior sirviendo al Señor, agradeciéndole su amor, provisión y amor, que no me interesan las riquezas de fuera que no me trae beneficios para mi vida.
Muchas veces decimos que somos cristianos, pero de nombre porque nuestros hechos y acciones, no están relacionados con un verdadero hijo/a de Dios.
Todo hombre tiene siempre un “tesoro” que intenta cuidar, proteger y acrecentar. Si su tesoro es el dinero, ahí estará su corazón. Si su tesoro es el poder, en ello pondrá todo su empeño. Pero cuando nuestro tesoro es Cristo, el esfuerzo que hemos de realizar no ha de ser menor; es más, tendría que ser mayor pues el tesoro tiene mucho más valor.
Liberémonos de las excusas y sirvamos a Cristo Jesús, dediquemos tiempo para estar juntos creciendo y madurando en la fe, enfocándonos en nuestro verdadero tesoro, siguiendo a quien le debemos todo lo que somos y tenemos, disfrutando de los beneficios de un verdadero y verdadero hijo/a del Rey.
Rvda. Zulema García de Rojas
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