Esta parábola, por ser explicada por Jesús, no se presta a mucha interpretación. Jesús identifica los 7 elementos principales.
Buena semilla = Hijos del reino
Sembrador = Jesús
Campo = Mundo
Cizaña = Hijos del Malo
Enemigo = Diablo
Siega = Fin de los tiempos
Segadores = Ángeles
Siguiendo en la lógica del reino, podríamos identificar algunas características del trigo (hijos del reino) y la cizaña (hijos del mal). Antes de esa caracterización debemos acotar el gran parecido entre el trigo y la cizaña, al punto que en algunos lugares, esta última es conocida como “falso trigo”; por ello en ley romana se penalizaba al que sembraba cizaña donde había trigo.
CONSUMO: Habitualmente hay un hongo asociado a esta planta que hace que su fruto sea nocivo para la salud humana. Hoy día podemos ver a mucha gente enferma (odio, intolerancia. Irrespeto, menosprecio) en su relación con el otro. Existe una expresión popular “sembrar cizaña” aplicada a la actitud de fomentar rivalidades. Podríamos decir que el mal tiene muchos predicadores y propagadores.
Por otra parte el consumo del trigo y sus derivados se encuentra presente en la dieta de muchas naciones en el mundo. Vivimos tiempos de egoísmo, individualismo, allí somos retados a sembrar la tolerancia, reconciliación y fraternidad en la especie humana, servir como puente para acercar a los que están separados.
POSICION: Debido a lo macizo de su tallo la cizaña se mantiene erguida; símbolo de orgullo, altivez; el trigo por el contrario al poseer un tallo hueco, el mismo es doblado por el peso de las espigas, símbolo de humildad de servicio. Como hijos del reino estamos llamados a “doblarnos” en nuestra vivencia cristiana.
APARIENCIA: La cizaña durante todo su desarrollo se mantiene verde, mientras el trigo cambia su color, se torna dorado. Esta característica es la que lleva al agricultor a esperar el pleno desarrollo de la planta para diferenciar una de otra. Podríamos pensar que la cizaña nunca madura, se mantiene verde. El hijo del reino se caracteriza por alcanzar la madurez que le lleva a dar frutos adecuados a su condición de creyente.
La última parte de la parábola reserva para los mensajeros de Dios la responsabilidad de recoger la cosecha, es allí donde se separa la cizaña del trigo destinando a cada una a su lugar definitivo. En tal sentido resulta interesante ver lo que expresó Lutero en un sermón sobre este pasaje.
A partir de esto, observe qué personas furiosas hemos sido durante estos años, en el sentido de que deseamos obligar a otros a creer; los turcos con la espada, los herejes con el fuego, los judíos con la muerte y, por lo tanto, superamos la cizaña con nuestro propio poder, como si fuéramos nosotros los que pudiéramos reinar sobre los corazones y los espíritus, y hacerlos piadosos y correctos, lo cual solo la Palabra de Dios debe hacer.
Rev. Wilfredo Peña – Pastor
Barquisimeto, Edo Lara Venezuela
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