Hoy es 3er. domingo de Adviento, tiempo hermoso de preparación con fe, esperanza y gozo para celebrar la venida del Señor Jesús en nuestros corazones hechos pesebres cálidos. El Evangelio hoy nos continúa en este caminar de preparación. Juan El Bautista era un hombre de palabra muy fuerte, poderosa y atrayente. Él había sumado seguidores y discípulos. El domingo pasado estudiamos de su ministerio y su actuar desde el desierto, viviendo de una manera muy diferente al común y corriente, anunciando la venida del Mesías. Fue encarcelado por atreverse a juzgar al poder humano establecido y estando allí en prisión llega a las noticias del actuar de Jesús. Este no llega como el juez estricto que va a enjuiciar a todo pecador. Él se acerca a los pecadores y come con ellos, El comparte un mensaje de liberación y paz, de amor misericordioso para todos. Por eso Juan seguramente se hace preguntas y envía a sus discípulos a preguntarle: ¿Eres tú el que tiene que venir? ¿Eres tú el Mesías?
Jesús les escucha con atención y no se limita a decirles que El es, les invita ver y escuchar a su alrededor: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpios. ¡Curaciones espectaculares, como las de un mago!. Realmente son los signos que los profetas, siglos antes, habían anunciado que haría el Mesías. Así que Jesús es como si estuviera diciendo: ¡Sí, yo soy el Mesías, más mirad lo que estoy haciendo y esto confirma que si lo soy!
Capítulos anteriores del Evangelio de Mateo, nos expresa de esas obras de Jesús: a los pobres se les anuncia el Evangelio, muchos milagros (curaciones de leprosos, de inválidos, de ciegos, sordos etc.). La conversación de Jesús con los discípulos de Juan El Bautista quedaría entonces muy bien al final del capítulo 9. Pero Mateo ha querido poner antes el capítulo 10, en el que Jesús envía a sus discípulos a realizar las mismas obras que El hace : curar enfermos, resucitar muertos, purificar leprosos… y predicar lo mismo que El.

Mateo es bien claro, quiere que sus lectores comprendamos que Jesús, cuando dice id a comunicar a Juan lo que estáis viendo y oyendo, no solo habla de sus obras, sino también las de sus discípulos, las de sus seguidores, y las nuestras hoy, lo cual es toda una misión para cada uno/a en este tiempo con sus nuevas características.
Esta es la grandeza y la exigencia de ser cristianos/as, que nuestro actuar sea una lámpara siempre encendida para que ilumine a todos por igual. Así que estamos convocados a iluminar a los demás realizando y actuando como Jesús de Nazareth. Es una misión de gran responsabilidad, entrega y arriesgada, y... como cristiano/a no estamos exento nunca de esta misión.
¿Pero...Cómo podremos llevarla a cabo? ¡Si no somos más que personas con nuestras limitaciones y debilidades como cualquier otra persona! Estamos seguros de que Mateo es consciente de ello, pero no nos está pidiendo que seamos súper hombres y mujeres, dejando de ser humanos para convertirnos en seres perfectos, sin limitaciones. El evangelista todavía tiene mucho que decirnos, y sobre todo, tiene que presentarnos a Jesús que da la vida por nosotros, que muere por amor y que resucita. Al final del evangelio, Mateo nos presentará a Jesús prometiendo con toda solemnidad: Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin de los tiempos. Solamente porque Jesús está con nosotros, tiene entonces sentido que aceptemos esta misión. De otro modo seríamos unos imprudentes. No tenemos que anunciarnos a nosotros mismos, sino solo a Jesús. Él es *el que tenía que venir*, el que esperaban los judíos, el que Dios iba a enviar para liberarlos.
Al estar claros que la misión no es ni tuya , ni mía sino de Dios y nosotros sus instrumentos para llevarla adelante, vienen a nuestras mentes y corazones interrogantes tales como:
¿Quién es ahora el que tiene que venir? ¿Quién es el que esperan los hombres y mujeres de la sociedad de hoy? ¡Qué preguntas más difíciles! Vivimos en una sociedad plural en la que vemos multitud de formas de comprender la vida, de buscar la felicidad. Pero... todas las personas comparten el mismo sueño de plenitud interior, de alegría, de paz profunda, de justicia, de equidad. Las respuestas del mundo son múltiples, y no todas sabias y correctas. Los cristianos/as tenemos también nuestra propuesta y no podemos ni debemos callar. Seguimos pensando que Jesús es el que tiene que venir y proponemos, su mensaje de vida , unidad , inclusión, respeto y de felicidad a través del amor gratuito, de servicio y limpio de egoísmos . Estamos plenamente seguros/as de que Dios nos amó primero, y ese debe ser, por lo tanto, el primer mensaje que compartamos.
Con tristeza y preocupación nos damos cuenta que muchas personas caminan por la vida sin esperar a nadie. Para algunos Adviento es solamente un tiempo litúrgico que la iglesia celebra que no les dice nada. Nosotros mismos a veces hasta hemos sentido el deseo de llevar nuestra vida por sendero diferente al de Jesús, y lo acomodamos en un rinconcito escondido de nuestra existencia.
Adviento es el tiempo hermoso que la liturgia nos regala para preparar la venida del Mesías, de Jesús, a nuestra vida. Él llega a cada momento , siempre presente y esto es maravilloso, más necesitamos de tiempos especiales, de celebraciones llenas de significado, de símbolos que nos lo recuerde. En forma íntima y hasta valiente preguntémonos: ¿Qué espero yo? ¿Cuáles son mis anhelos, mis deseos, mis proyectos? , ¿qué necesito para ser feliz? ¿He organizado mi vida al margen de Jesús?
Él es el que tiene que venir, que el está viniendo, el que llega. Vamos entonces a abrirle la puerta de inmediato con gozo!! Igualmente como Iglesia reflexionemos y realicemos las mismas preguntas porque tú, yo, nosotros somos Iglesia. Dios nos bendiga. Amén
Rev Elisa de Bulmes
Pastora
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