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LUCAS 12:32-40

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

El texto del Evangelio que nos ocupa en esta ocasión (Noveno Domingo después de Pentecostés) se encuentra en Lucas 12:32-40. Allí, a las y los discípulos, Jesús les hace ver que el compromiso con el Reino de Dios posee un sentido de desprendimiento total y de expectación y urgencia total también. El contexto inmediato anterior a esta porción, se menciona al cuidado de nuestro Dios para con sus criaturas en todo lo que a la subsistencia se refiere, lo cual debería provocar en la y el discípulo avocarse a los asuntos más importantes de la existencia humana. Esto es, lo concerniente a la vida trascendente que se nos propone, a través del proyecto de Dios en Jesús: “Busquen ustedes el reino de Dios, y todas estas cosas les serán añadidas” (RVC).


Es por esta razón, anteriormente mencionada, que el seguimiento a Jesús debe representar para el creyente su único verdadero tesoro, hasta el punto que todo lo que tienen por valioso, según los criterios del sistema mundano, deben "venderlo" y desprenderse de ello. El asunto es que el Señor del Reino vendrá a recomponer todo el orden conocido, en cualquier momento; cuando nadie lo espere, y los que lo aman se han desentendido de todo cuanto los distraiga para ese monumental momento.


Asumir la vida del evangelio del Reino con tal pasión hará que todo cuanto este mundo pueda ofrecer quede opacado. En tal sentido, nos ha quedado -gracias a este texto, la cristalina, iluminadora y contundente declaración del Maestro: "Porque donde ustedes tengan su tesoro, allí también estará su corazón" (RVC). Afirmación que de un solo `porrazo´ nos deja desnudos y sin argumento alguno con relación al objeto de nuestro verdadero amor. Esto me recuerda una composición elaborada por este servidor, del cual me permito compartir un fragmento, como complemento a esta breve reflexión:


"Aunque asistamos a una iglesia eso no nos hace seguidores de Jesús, ni discípulos. Ya que si nuestros corazones lo ocupan los `tesoros de este mundo´ que compiten con creces contra el “Tesoro” y la “Perla preciosa” del glorioso Evangelio de Jesús, es muy probable que simplemente seamos admiradores de Jesús, pero no necesariamente sus discípulos (Mateo 13:44-46). Nosotros podemos admirar a alguien sin que exista la intención de amarle y mucho menos obedecerle.


El día que no haya ningún otro amor, ninguna pasión, ningún anhelo, ninguna distracción que compita con nuestro deseo de conocer y vivir el Evangelio de Jesús, entonces, ese día, habremos encontrado el "tesoro escondido" y "la perla de gran precio". El día que no pueda haber algún `tesoro´ o alguna `perla´ capaz de sustituir en nuestras vidas al tesoro que representa la presencia de Cristo Jesús en nuestras conciencias, en nuestro corazón, en nuestros deseos más preciados, entonces ese día habremos echado mano –de verdad- al Evangelio de Jesús y estaremos en camino de conocer a Cristo, como el apóstol Pablo anhelaba conocerle (Filipenses 3:7-10)".




Rvdo. Valmore Amarís

Caracas Venezuela

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