Marcos 9:38-50
El pasaje de hoy nos permite reflexiona acerca de nuestra actitud hacia los demás y hacia nosotros mismos, dónde Jesús nos confronta y nos llama a cambiar, a ser transformador para lograr la paz, el amor, la justicia y la comunión de los unos con los otros. Jesús continúa exportando a sus discípulos por su actitud, por sus pensamientos y por estar enfocados en ellos mismos. Jesús con toda franqueza y determinación les hizo un llamado de atención al considerar que el más importante en el Reino de Dios, es aquel que sirve a los demás, en especial a los más pequeñitos, como los niños, las mujeres, los más vulnerables y excluidos de aquella sociedad y de la de hoy, con otros matices.
Juan, con intención o sin ella, pretende cambiar el tema enfocándose en ellos mismos y en su osadía, esperando de Jesús la aprobación, pero al contrario Jesús les exhorta a no prohibirle a nadie que crea en él y actúe en su nombre, como si solo a ellos les es dada autoridad para actuar en su nombre, como hoy muchos pretenden ser los dueños del Espíritu Santo y de su manifestación al mundo, condenando y dividiendo en Cuerpo de Cristo. Jesús no aprueba la exclusividad, las divisiones, las exclusiones como si fuéramos los dueños de la verdad. Al contrario, Jesús nos invita a ser diferentes, a mantener la comunión con Dios y con el prójimo, a quien debemos servir en todo, aún con un vaso de agua, porque eso será tomado en cuenta por el Señor.
Jesús enfoca su atención en nuestro accionar, en nuestra intención, en nuestra actitud hacia los demás, por ello les exhorta a no hacer tropezar a los más pequeños, los más débiles, los más vulnerables, los más maltratados, los más excluidos, quizá todavía teniendo a los niños en sus brazos. Hoy son muchos los que están en esta condición y que seguimos con nuestras actitudes divisionistas, condenatorias y exclusivistas. Nuestra actitud como seguidores de Cristo debe ser diferente, debemos evitar ser tropiezo para que otros se acerquen a Jesús.
Muchas veces, además de ser tropiezo a otros, nos convertimos en tropiezo a nosotros mismos, al mantenernos aferrados a cosas, situaciones, conflictos, rencores que dañan nuestra vida y que no nos dejan avanzar. Jesús nos llama a cortar con todo tipo de actitud dañina, a nivel externo o interno, que no contribuye con nuestro caminar con Jesús, sino que nos destruye y nos lleva hasta la muerte, separados de Dios eternamente. Procuremos cortar de lleno con todo los que nos perjudica a nosotros y a los demás.
Por último, Jesús habla de la sal y su provecho. Cada uno de nosotros será probado en nuestro accionar, en nuestra actitud, de una forma radical, para que abandonemos todo tipo de obstáculo a otros y a nosotros mismos. No debemos perder la capacidad de servir, de amar, de acoger a otros, porque a eso nos ha llamado al Señor, no a ser tropiezo, ni a rechazar, ni a condenar. El Señor nos hace el llamado a procurar la paz, la justicia, el amor y la comunión de los unos con los otros. Qué Dios nos ayude a dejar atrás las diferencias, que Jesús transforme nuestras vidas y actitudes.
Rvda. Zaida Lara, pastora en Cúpira y Onova.
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