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“JESÚS. CAUSA DE DIVISIÓN” - Mateo 10: 24-39

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Junio 21, 2020—Día del Padre

Damos gracias infinitas a Dios por nuestros padres y pedimos Su bendición para todos los padres de hoy.


El texto del Evangelio para hoy nos presenta a un Jesús que habla con palabras y un tono que nos recuerdan a los profetas de Israel. No hay aquí palabras tiernas y arrullos, sino el grito del profeta que busca cambio y transformación.

Aparentemente sus palabras son contradictorias: “No he venido a traer paz, sino espada”. “He venido a traer enemistad…” Muchos tenemos la imagen de Jesús como el Príncipe de Paz, el “cordero de Dios”, suave y amable. ¿Es esta imagen la de un aspecto de Jesús solamente? ¿Cuál es la paz que Cristo nos da? ¿Cuál es la paz que Cristo nos dejó? ¿Qué quiso decir el Cristo con sus palabras “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da”?

Cuando se habla de “la paz”, muchos conciben una realidad ausente de conflictos, donde no hay lugar para la controversia. Miguel de Unamuno el filósofo vasco, denominaba esta “paz” como “la paz de los cementerios”. En la Iglesia muchas veces evitamos expresar nuestras opiniones, nuestros puntos de vista, a fin de mantener “la paz”. Por tanto, no dialogamos en serio, no cuestionamos, no interrogamos, por miedo a causar conflictos. La paz de los cementerios lleva a nuestras iglesias y a los cristianos a no pensar teológicamente, críticamente, creativamente. La paz de los cementerios nos lleva a aceptar el status sin chistar.

En la sociedad, en el seculum donde nos movemos cotidianamente, muchos nos comportamos con cautela para no causar conflictos. Evitamos tomar posición en cuestiones controversiales, a fin de mantener “la paz”. En realidad nos cabe el dicho criollo de que no somos “ni chicha ni limonada”. Vemos injusticia por doquier, violación de los derechos humanos de los niños, de las mujeres, de los ancianos, pero callamos a fin de no causar conflictos y mantener “la paz”. Entendemos que nuestro país está siendo asediado, bloqueado e injustamente destrozado por potencias extranjeras, pero callamos porque meterse a opinar o peor aún actuar en estas situaciones causaría conflictos; hay que mantener “la paz de los cementerios” a toda costa. Jesús, por el contrario, fue cuestionador y crítico de instituciones y personalidades, su “espada” derribó no sólo las mesas de los mercaderes del Templo, sino también a la propia institución del Templo, el legalismo de Escribas y Fariseos, la tergiversación de la ley y el mal entendimiento del papel del “sábado”.

Ahora bien, tampoco hay que pensar que Jesús fuera un camorrero, un brollero, un vulgar busca pleitos. La paz verdadera está íntimamente unida a la justicia (“La paz y la justicia se besarán”, Salmo 85:10). Jesús siempre actuó a favor de los pobres y necesitados, cuestionando la injusticia de los poderosos: los Sacerdotes del Templo, los Escribas, los Saduceos y Fariseos. Esto le trajo enemistades, causó controversias, divisiones, malos entendidos, celos, rencillas. Evidentemente la paz—el Shalom—que trae Jesús no es la paz de los cementerios. Su paz es una espada que quiere eliminar el mal. Es la paz con justicia, es la paz que busca erradicar toda injusticia, que busca dignificar al ser humano, sanar, esto es, salvar a las personas como Dios ha querido. El conflicto es inevitable, llevó a Jesús a la cruz del Calvario.

La paz de Jesús, como su Palabra, es espada de dos filos. Los que no asumen el camino de la cruz (“el que no toma su cruz y sigue en pos de mi”) creen hallar su vida, pero la perderán. Jesús nos trae la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7).

Rev. Edgar Moros R.




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