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ESTARÉ CON USTEDES, SIEMPRE

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Juan 14:15-21


Jesús todavía está sentado en la mesa de la Comunión, conversando y compartiendo con sus discípulos las últimas instrucciones antes de ser llevado a la muerte. Su Misión y su Ministerio están por concluir, ya su tiempo en este mundo está llegando a su final. Su ausencia física está por llegar y probablemente los rostros de sus discípulos están acongojados, llenos de lágrimas, turbados ante los anuncios del Maestro. Sí Jesús, ya no estará con ellos sus esperanzas, sus anhelos y aspiraciones de ser liberados del Imperio romano llegó a su final. Este cambio a nivel político ya no será posible y su presencia física que los orienta y enseña ya no la tendrán más.

Ante está actitud de desemperanza, de desconsuelo y de derrota, Jesús les hace una promesa que transformará sus vidas desde dentro, desde su interior. Jesús alienta su esperanza con la promesa de estar con ellos para siempre. El texto de hoy comienza y termina con 2 exigencias: El Amor y la Obediencia, condición necesaria para recibir esta promesa de estar con ellos para siempre, Jesús quiere estar en sus vidas permanentemente, sin limitaciones de tiempo, ni de espacio. El evangelista Juan nos presenta al Espíritu Santo como paracleto, el que ayuda, el que acompaña, el que orienta, el que consuela, el que defiende, el que enseña. Es la persona que cumplirá el mismo rol de Jesús, estará con ellos siempre. Jesús les afirma que no los va a dejar huérfanos, sin protección, pues, le verán y estará con ellos a través del Espíritu Santo.

Está promesa está vigente hoy en nuestras vidas. Vivimos en un mundo de injusticia, de odios, de opresiones, de aflicciones, de violencias, de desigualdades, de maldades. Al sentirnos solos, afligidos, desesperanzados como estaban los discípulos el Señor nos recuerda que tenemos en nuestra vida al Espíritu Santo que nos fortalece, nos impulsa y nos mueve a caminar en favor de la justicia, del amor, de la paz. Jesús ya no está físicamente con nosotras y nosotros, pero se hace presente cada día en nuestro quehacer diario por medio de su Espíritu.

Dios espera de su pueblo, amor y obediencia, pero sólo lo tendremos cuando le conocemos, porque no sé manifestará a todos, sino a aquellos que le conozcan, que lo amén, que sigan su voz y hagan lo que él manda. Todos aquellos que no creen, que no le sirven a él, sino que continúan viviendo de espaldas a Dios, cometiendo actos de injusticia y de maldad, no pueden recibir la manifestación del Espíritu Santo.

Aquellos que hemos creído, que le amamos, le conocemos y le obedecemos, tendremos la certeza de que no estaremos solos en ninguna circunstancia, sino que Jesús estará siempre con nosotros. Para lograr esa presencia en nuestras vidas, tenemos que cumplir con sus mandamientos: Amar a Dios, amar al prójimo y amarnos a nosotros mismos. El Amor es un acto de obediencia a Dios, como lo dijo el apóstol Juan: "El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". Jesús nos asegura que si le amamos, el Padre y él nos amarán, y sé manifestará a nosotros, estará con nosotros siempre a través de la acción del Espíritu Santo.


Rvda. Zaida Lara, Pastora de la I. P. Nazareth y Congregación Getsemaní




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