EL BAUTISMO DE JESÚS
- sinodoipv
- 6 ene 2024
- 4 Min. de lectura
Marcos 1:4-11

Introducción
En el pasaje de Marcos que tenemos para este domingo, el evento central es el Bautismo del Señor, realizado por Juan el Bautista en el río Jordán. Juan aparece apenas como preparador del camino del Señor.
Juan como preparador del camino del Señor-El perfil de un profeta.
Ya su nacimiento extraordinario revela el destino especial de Juan, como el de algunos de los profetas del AT, como es el caso de Samuel. Del pasaje evangélico de hoy, se desprenden tres rasgos característicos que subrayan su persona: 1º Sinceridad y lealtad rotundas: “Confesó sin reservas”. Su rectitud y amor a la verdad le costó la vida, al recriminar a Herodes Antipas su conducta inmoral: 2º humildad y sensatez que no sucumben a la vanidad de darse importancia. 3º Testimonio profético, repetido varias veces, al servicio de la misión que se le había encomendado. Él es tan sólo Voz que anuncia al Mesías y prepara los caminos del corazón humano para discernir los signos de los tiempos mesiánicos.
Juan bautiza a Jesús—significado de este evento
Juan bautizaba en el desierto, un bautismo con agua, un bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Pero Jesús no necesitaba un bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados y, sin embargo, se somete al bautismo de Juan. ¿Por qué se bautiza Jesús? Se pueden señalar varias importantes razones para este bautismo.
1º. Ciertamente nos dice la Escritura en diversos sitios que en él no había pecado, de forma tal que Jesús no viene en arrepentimiento de pecados, a ser limpiado por el bautismo. Sin embargo, Jesús comparte este bautismo con agua junto con todos los que eran bautizados por Juan, como cualquier ser humano, identificándose con los pecadores, siendo que él estaba sin pecado. El bautismo de Jesús por Juan claramente ayudó a entender la humanidad plena de Jesús, afirmada en los primeros credos y afirmada igualmente por nosotros hoy.
2º. Pero en el bautismo de Jesús ocurre algo inédito e inesperado, que no se da en el bautismo normal que efectúa Juan: “cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: “Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia”. Aquí encontramos un evento que va a refrendar para los primeros seguidores y para la Iglesia primitiva toda, otro aspecto de la naturaleza de Jesús el Cristo: que era Dios verdadero, Dios en la carne, Dios con nosotros. En el bautismo queda palpable la afirmación que hará la Iglesia en todos los tiempos, de que Jesús es Dios y hombre verdadero y, por tanto, mediador y salvador, el enviado de Dios, el elegido para reconciliar al género humano pecador con Dios.
También se dan en el Bautismo de Jesús los elementos trinitarios básicos de nuestra comprensión de la deidad: Dios el Padre habla y declara con la intervención del Espíritu Santo, que éste es su Hijo amado en quien tiene complacencia.
Ahora bien, estas reflexiones teológicas que nos suscita el Bautismo del Señor no deben ocultar otro significado fundamental que allí se halla. El Bautismo para Jesús es como un verdadero nacimiento, tal vez más importante que el que celebramos en la Navidad, porque es el nacimiento a su misión salvífica, a su ministerio terrenal. Hasta este momento del Bautismo, Jesús ha estado en preparación para la misión que Dios tiene reservada para él. Tanto para el propio Jesús, como para Marcos y los demás evangelistas, las palabras de lo alto vienen a ser un sello de confirmación de la elección de Jesús para su misión mesiánica. Se trata propiamente del inicio del ministerio terrenal del Cristo. El Bautismo de Jesús es el inicio oficial de su actividad pública, su ordenación para la tarea que ha de realizar.
Es así como Jesús inicia su ministerio y su misión salvífica, anunciada públicamente (después de ser tentado en el desierto) en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mi, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor”.
Ya Juan había dado testimonio de éste que sería bautizado por él: “Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo”.
Este es nuestro Señor y Salvador, el Señor de la Iglesia a la cual nosotros somos injertados por el acto del bautismo. Nuestro bautismo es entonces el bautismo del Señor, no sólo con agua sino con Espíritu Santo. También nuestro bautismo constituye nuestra ordenación básica, por la cual somos ungidos para llevar adelante la misión encomendada a la Iglesia por su Señor. Se nos promete y se nos da el poder del Espíritu Santo. Somos incorporados al Cuerpo de Cristo en el bautismo del Señor y pasamos a ser parte del pueblo redimido, heraldos y anunciadores de las Buenas Nuevas del Reino. En el bautismo también nosotros somos ungidos como hijos de Dios, en quien él tiene contentamiento. Sólo nos queda reconocer esta realidad y ponerla en práctica, desarrollar nuestro ministerio y cumplir nuestro llamado, aun cuando pueda llevarnos al Calvario.
Rev. Edgar Moros Ruano, Richmond, Virginia
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