DICHOSOS LO QUE CREEN SIN VER
- sinodoipv

- 15 abr 2023
- 3 Min. de lectura
San Juan 20:19 al 31
El texto de hoy nos deja una gran enseñanza, el Jesús resucitado se presenta ante sus seguidores para darles el Espíritu Santo.
Ofrece su paz, no solo como un saludo cotidiano, sino como compromiso que debe asumir la comunidad de fe en este mundo al cual debían evangelizar.
Jesús quiere construir nuevas identidades, nuevos compromisos para una comunidad de fe que debe transformar al mundo con un mensaje distinto a los existentes.
Recibir al Espíritu Santo es señal de una nueva vida, de un cambio Radical en nosotros y nosotras, es por eso por lo que el Jesús resucitado entabla una conversación personal con Tomás, llamado el incrédulo.
No se puede retar a Jesús y no esperar de él una reacción directa y contundente. No creeré, dice Tomás, si no meto mis dedos en las heridas de sus manos y mi mano en su costado abierto por la lanza.

Jesús se dirige a él entre todos los discípulos y discípulas, y lo reta, en los mismos términos que Tomás planteó su incredulidad y duda.
El cristianismo de hoy quiere pruebas y señales, quiere ver, tocar y sentir para creer. somos los Santos Tomás modernos, la tecnología nos ha abierto un mundo, pero ha cerrado nuestras mentes a lo que percibimos como no lógico.
La duda de Tomás dio paso a la seguridad y a la certidumbre. El necesitaba no creer para finalmente creer que el Jesús resucitado era real, no simplemente un deseo o aspiración de unos seguidores ilusionados por el dolor, el duelo y la nostalgia.
Lo nuevo que nacía debía dejar atrás lo antiguo que moría, al estilo dialéctico y filosófico moderno de Antonio Gramsci. Ahí moría la vieja creencia y nacía una nueva fe más comprometida con la construcción de la nueva humanidad, de un mundo otro.
Nunca la religión Jesucristiana será un proyecto etnocéntrico de un pueblo en particular, ahora se trata de un proyecto global que abarca a toda la humanidad. Ya no es el proyecto de un Mesías limitado geográfica, cultural, religiosa y étnicamente, ahora es un movimiento global que va a crecer a dimensiones no imaginadas en un principio por unos pescadores galileos.
Este movimiento no puede ni debe arrancar si no existe una confesión de fe que defina teológica, política y doctrinariamente su alcance y su ideal, la construcción del Reino de Jesús en el tiempo o Kairós de Dios, en el aquí y ahora de cada comunidad de fe. Esta confesión no es otra que la expresada por Tomás cuando frente al Cristo resucitado exclama: "¡Mi Señor y mi Dios!".
Tomás vive un verdadero momento de conversión en tan sólo unos segundos, lo que no había creído caminando con Jesús y viendo lo que Jesús hacía, lo cree en segundos frente al Jesús resucitado, lo convencen las heridas y la vulnerabilidad del Dios con Nosotros.
Considero que, como Iglesia Presbiteriana de Venezuela, estamos en una larga etapa de negación e incredulidad, queremos ver, experimentar, palpar con nuestras manos y nos hemos olvidado de la fe y en cierta forma eso nos ha arrebatado la paz. Necesitamos que Jesús se pare en medio nuestro y nos muestre la verdadera paz. Quizás nos deba decir que palpemos, toquemos y veamos, para que termine de morir en nosotros el viejo modelo de ser Iglesia y que termine de nacer en nosotros la nueva Iglesia comprometida con la paz, la dignidad y la construcción de una nueva sociedad que representa el Reino de Dios en nuestro aquí y ahora, Venezuela.
Rev. Obed Juan Vizcaíno Nájera
Pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Maracaibo.



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