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D0MINGO DE PENTECOSTÉS

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

19 de mayo de 2024

Hechos 2: 1-42




 

Queridos hermanos, hoy es un domingo muy especial, es Domingo de Pentecostés. Conmemoramos el hecho de que Pentecostés es el momento del comienzo de la Iglesia cristiana. El Pentecostés era una fiesta religiosa bien conocida para el pueblo de Israel.  El pueblo del AT conmemoraba 50 días después de la Pascua judía, la fiesta de la siega o cosecha o fiesta de los 50 días. Los judíos recordaban el pacto de Dios con el pueblo en el monte Sinaí, «cincuenta días» (=«Pentecostés») después de la salida de Egipto. Estaban reunidos los discípulos, también cincuenta días después de la Resurrección y estaban esperando el fruto de la siembra del Maestro: la venida del Espíritu. Pentecostés era una fiesta muy concurrida. Gente de muchos lugares se reunía para agradecer a Dios. El Señor Dios escogió este momento estratégico, para dar a conocer la salvación de su Hijo Jesucristo. Antes de que los apóstoles pudiesen recorrer el mundo y anunciar la salvación de Dios, el Señor aprovechó a las personas venidas para la fiesta para que llevaran consigo las primeras informaciones sobre la salvación de nuestro Dios

 

El texto nos informa que todos los seguidores de Jesús “estaban todos unánimes juntos” en el mismo lugar.  Todavía había miedo a las autoridades judías y romanas.  No se atrevían a salir, aun después de las apariciones de Jesús en el aposento donde estaban.  Pero el derramamiento del Espíritu Santo lo cambiaria a todo.

Leemos (vs.2): "De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba.”  Parecía el estruendo de una tormenta, y retumbó por todo el salón. El ruido como  de un viento fuerte reunió a miles de personas, procedentes de muchos lugares. Se nos dice que casi tres mil fueron bautizadas en aquel día.

Llamas como lenguas de fuego se colocaron sobre los seguidores de Jesús,  no solamente sobre los discípulos (vs. 4). Todos hablaban de las grandezas de Dios, de la salvación por la fe en Cristo Jesús.

 

Dice más aún el texto bíblico: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo.”  Ahora se les hizo realidad el misterio del amor de Dios. Ahora ellos confían en las promesas de Dios. Ahora ellos no pueden ya  dejar de hablar de aquello que veían y oían.

Por esto dice la Escritura: “Fueron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu  les daba que hablasen." Aquí los seguidores de Jesús experimentaron por primera vez que su suficiencia venía de Dios. La necesidad exigía hablar en la lengua de los pueblos allí reunidos. Dios concedió el milagro. Ellos hablaron con autoridad de la Ley de Dios, que a todos acusa de transgresores, así como del Santo Evangelio que a todos ofrece el perdón de los pecados por la sangre de Jesucristo.

 

El pueblo quedó admirado y espantado por lo que vio y oyó. Quedaron admirados, por la transformación ocurrida con los seguidores de Jesús. Hombres humildes de la más insignificante provincia da Galilea están hablando en lenguas que no sabían hablar. Y aún más, porque se mostraban buenos conocedores del Antiguo Testamento, como quedó evidenciado por el tremendo sermón que Pedro predicó. Quedaron espantados, porque oían hablar de arrepentirse, de creer en Jesús, de la resurrección de los muertos, y la vida eterna. Casi tres mil aceptaron el desafío. Fueron bautizados y siguieron su camino, llenos de júbilo y gratitud a Dios por la salvación en sus vidas.

 

La venida del Espíritu significó para aquel puñado de discípulos el fin del miedo y del temor. Las puertas de la comunidad se abrieron. Nació una comunidad humana, libre como el viento, como un fuego ardiente. No sin razón dice Pablo: "Donde está el Espíritu de Dios hay libertad".

 

En este siglo XXI, los presbiterianos y todos los cristianos hemos de pedir al Padre que venga un nuevo Pentecostés sobre nuestro mundo –es nuestra oración- para acabar con esta ola de intolerancia e intransigencia que nos invade por doquier. Que el Señor nos llene de su Espíritu y nos bendiga grandemente en este día. AMÉN.

 

 

Rev. Edgar Moros Ruano, Richmond

 

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