Lucas 1:39-55
En el pasaje leído nos muestra un encuentro entre dos mujeres María y Elisabeth ambas temerosas del Señor, ellas descubren a través del Espíritu Santo la promesa de una nueva esperanza de salvación y liberación para el pueblo de Israel.
La humildad de María nos da luces en el sentido que ella no lucho con Dios o se negó rotundamente sino que acepto la voluntad y propósito de Dios en su vida.
Si dialogamos con María y le preguntamos: si tenía miedo ella diría sí, todos sus planes y proyectos de vida fueron cambiados por la dimensión Redentora del gran momento de oportunidad salvifica para la humanidad, de la misma forma resulta expectante la manera en que Dios se acerca a nosotros, nos intercepta para ser portadores de Esperanza.
La narración nos dice: Entonces María dijo: Engrandece mi alma Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Hoy como hijos e hijas del Dios de la Esperanza nos exige a poseer la visión de guiar el horizonte de vida y fe a la humanidad.
Hoy amanece la promesa del gesto amoroso de nuestro Señor Jesucristo, el cual se manifiesta en acciones concretas y con textuales en la sociedad.
El evangelista Lucas dibuja bien el escenario para que podamos entender las grandes verdades del Reino de Dios.
El encuentro de celebración entre María y Elizabeth fue un espacio de alegría, cánticos y exaltación al Señor; donde la presencia de Dios ha triufado.
Hoy por hoy escuchamos mensajes desesperensadores, frustraciones y dolor., pero
La Palabra de Dios nos inspira anunciarr la buena noticia, que ha nacido y vive el Salvador del mundo., Hagamos nuestras celebraciones culticas con regocijo, gratitud, celebremos la vida y vivamos la natividad que transforma nuestro diario vivir.
Dios tomó la iniciativa para acercarse a María e iniciar con ella una relación de amor continúa, real y personal.
El Señor continúa revelando su voluntad a su pueblo e imitandonos para que nos unamos al propósito eterno.
Los encuentro con Dios requieren: Fe, sumisión, y obediencia.
Reverendo Omar Díaz
Comments