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Contagio Divino

Foto del escritor: sinodoipvsinodoipv

Luc. 1:39-45


Hoy, a casi dos años de la aparición del virus Covid-19 y sus múltiples variantes, seguimos en una constante batalla que parece interminable contra este terrible mal, con el propósito de no ser víctimas de contagio. La gran mayoría de los ciudadanos continuamos empuñando las únicas armas que tenemos para protegernos y proteger a los nuestros. Alcohol, mascarillas, máscaras, guantes, cloro, anti-bacterial y la confianza plena que Dios nos protege y proveerá lo necesario si tuviéramos que atravesar ese duro valle de sombras.

Esta semana arribamos al 4to. Domingo de Adviento, el cual nos invita a re-encontrarnos con ese acontecimiento maravilloso y sobrenatural de dos mujeres escogidas por el Dios supremo, que llevaron en sus vientres dos niños que marcaron y dejaron huellas en la historia de su tiempo y de la humanidad. Isabel, con alrededor de seis meses de embarazo y su prima María recién enterada y seguro que aún consternada por la noticia del ángel, que llevaría en su seno y traería al mundo al Mesías prometido.


Ambas presentaron embarazos nada convencionales porque: “Para Dios no hay nada imposible.” La primera era estéril y de edad avanzada. La otra aún no había consumado su unión matrimonial, era virgen.


El texto dice que al cabo de varios días del encuentro entre Gabriel y María, esta va a visitar a su prima Isabel y aunque no está registrado el motivo de la misma se puede inferir que pudo haber sido, corroborar lo dicho por el ángel:También tu parienta Isabel va a tener un hijo en su vejez; de hecho, la que decían que era estéril ya está en el sexto mes de embarazo.” O por un acto de solidaridad familiar por el embarazo de su prima. Al llegar a su casa y con solo saludarla, literalmente el niño (Juan), saltó en su vientre. María experimentó que realmente estaba llena del Espíritu de Dios como se le había notificado. Y no solo eso, sino que también contagió (en el buen sentido de la palabra) a Isabel. Pues dice textualmente la escritura; “…que Isabel también fue llena del Espíritu Santo.” Y ambas comenzaron a profetizar y a alabar al Señor.


En la experiencia de estas dos mujeres hay algunos elementos en común: ambas eran temerosas de Dios, eran obedientes a los mandamientos y aceptaron en su momento la voluntad del Señor. Es posible que en el momento no entendieran todo lo que aquello implicaba pero Dios conocía la intención de sus corazones y sabía que podía confiar en ellas. Hoy nos toca a nosotros y a nosotras, ser imitadores(as) de María e Isabel. Creer en el propósito de Dios con nosotros(as), cumplir la misión encomendada como cristianos y como Iglesia. Y llevar el evangelio a otros(as) para contagiarlos del amor de Dios, del regalo de la salvación y del Poder maravilloso de su Espíritu Santo que nos guía a toda verdad.






¡Avancemos con pies firmes que el Señor va delante de nosotros..!


M.L. Carlos E. Blanco

IP “El Buen Pastor”

Guatire-Miranda

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