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ANHELEMOS UN SEGUNDO PENTECOSTÉS

El tema de esta semana corresponde a uno de los acontecimientos de mayor importancia de la naciente iglesia allá por el año I. El cumplimiento de la promesa de Jesús a sus discípulos. El motor que impulsó la consolidación de la predicación del Evangelio “hasta lo último de la tierra”. La Llegada del Espíritu Santo.

Luego de resucitar el Señor se estuvo presentando a sus discípulos por un lapso de 40 días con pruebas indubitables. Y antes de ascender les dijo que recibirían poder, ánimo, fuerzas pero no para confrontar al imperio del momento. El Poder prometido está bien claro y definido en Hch. 1: 8, para ser testigos.

Los discípulos le preguntan al Señor que si ya era la hora de enfrentar y derrotar a los romanos, pero para su desilusión este les responde que no les tocaba saber las disposiciones de su Padre en su potestad. PERO, les da una grata noticia, el cumplimiento de lo prometido: El otro Consolador por el cual ellos serían guiados a toda verdad. De este Espíritu Divino dependería la trasformación que este grupo de discípulos necesitaba para poder llevar el Evangelio con entusiasmo, con alegría, con Poder. Ser verdaderos testigos del Poder de Dios.


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Un testigo es aquel o aquella que cuenta o relata un acontecimiento con propiedad y si es en primera persona mucho mejor, su testimonio es más creíble. Un testigo es responsable de decir la verdad y solo la verdad ante un juez. Desde ese momento todos los seguidores de Jesús se encontraban en calidad de potenciales TESTIGOS.

Solo un grupo reducido de 120 personas en relación a toda la multitud cumplían con las condiciones mínimas para recibir La Promesa: ser obedientes, estar unánimes y juntos. El Señor les había pedido que se quedaran en Jerusalén, esto es obediencia. Que estuvieran unánimes, con un mismo sentir. Y por último juntos, en cuerpo presente (de aquí la importancia de congregarnos aun cuando no sea un mandamiento).

Relata la historia que hubo un Gran estruendo, algarabía y hasta críticas. Y no menos importante, los presentes llenos del Espíritu Santo, comenzaron a hablar en otras lenguas SEGÚN EL ESPÍRITU LES DABA QUE HABLASEN. Hablaban en idiomas diferentes anunciando el mensaje de la Cruz. Predicaban con DENUEDO EL EVANGELIO DEL SEÑOR. Y muchos judíos y extranjeros se convirtieron ese mismo día.

Una prueba fehaciente que la presencia del Poder del Espíritu Santo es una realidad en la vida del Cristiano es que debe haber un cambio radical en su forma ser, pensar y actuar. Así como ocurrió en la vida de Pedro, quien luego de ser un simple pescador, ahora se convierte en un elocuente orador que trajo a los pues de Jesús como 3mil personas en su primer discurso. Anhelemos un nuevo Pentecostés a diario en nuestras vidas. Para así cumplir la Tarea que el Señor nos encomendó. LLEVAR EL EVANGELIO DE SALVACIÓN HASTA LO ÚLTIMO DE LA TIERRA..! Paz y Bien.

Rev. Carlos Blanco

 
 
 

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