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7mo Domingo de Pascua de Resurrección

Juan 17:1-11


Hoy el Evangelio nos da una enseñanza a través del Señor Jesús sobre el gran valor de la oración en nuestras vidas. En ocasiones hemos dirigido a Dios oración mientras pasábamos por situación difícil , ¿cómo ha sido ese momento de comunicación con Dios? ¿Qué le hemos solicitado, qué le hemos expresado? Lo más seguro es que nos hemos abierto , desnudado y desahogado contando a Dios Trino todas las preocupaciones que estamos experimentando. Hoy Cristo nos enseña a orar con el corazón cargado de temor, de sentimientos encontrados, pero con fe íntegra. Y hoy también Cristo nos afirma cuánto se preocupa por cada uno/a de nosotros/as. Este pasaje hace parte de los discursos de despedida de Jesús y en cada uno vivenciamos su amor inmenso. Si hoy imaginamos que un hombre deja de lado sus situaciones difíciles y presta mayor atención a otras que no son las suyas, podemos pensar una de dos: o es un loco que busca fastidiarse la vida con actitudes masoquistas o es una persona que ama entrañablemente a los demás.

Ahora a través de la comunicación virtual tenemos la oportunidad de conocer y entablar amistades a distancia y hasta llegamos a acompañarnos ante situaciones dolorosas, de soledad, angustia. Esta experiencia nos hace tener la vivencia y seguridad que Cristo no se cansa de probarnos su amor. La respuesta más humana de nuestra parte debería de ser la de la gratitud. Y esa gratitud debe ser amor y como decíamos el domingo pasado amar a Dios y a nuestro prójimo, obedientes a los mandamientos pero sobre todo siendo instrumentos de servicio sin excluir a nadie, característica que debemos tener como cristianos y cristianas. Cristo pidió con fuerza al Padre por la unidad. "Cuida en tu nombre a los que me has dado para que sean uno" Unidad en la familia, en el trabajo, en cualquier grupo social en el que nos encontremos, en el seno de nuestras comunidades de fe, con otras comunidades.

Cabe aquí decir que debemos sumarnos al movimiento ecuménico que todavía muchos se muestran reacios a esa experiencia hermosa de construir unidad en medio de nuestras diferencias. Es así como podemos afirmar que somos parte del pueblo de Dios, viviendo el amor como Dios lo anhela y nos ordena. Dios nos bendiga y que esta oración de Jesús nos haga vivenciar ser uno/a con Dios, Jesús y el Espíritu Santo y sentir la sed de orar por nuestro prójimo llevándonos a una verdadera convivencia diaria con conocidos y desconocidos. Viviendo de esta manera el gozo de iniciar aquí y ahora la vida eterna. Amén

Rvda. Elisa M. de Bulmes

Pastora SIPM-IPSF


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